Cada día me convenzo más que la estadística no debería enseñarse en las escuelas como una competencia matemática, más aún considerando que es una ciencia independiente que, como otras, se favorece del poder de las matemáticas para incrementar sus posibilidades; con mayor énfasis en el ámbito educativo. Lamentablemente, en algunos casos reducimos la estadística a un conjunto de fórmulas que no hacen más que alejarnos de comprender la importancia de la significancia práctica de los resultados más allá de la significancia estadística, el análisis, y su poder en las investigaciones científicas.

Recuerdo con claridad un ejemplo que puse en clase a mis estudiantes de 3° de secundaria, del libro “Estadística” de Mario Triola, sobre las pruebas que hacía una empresa de fármacos en los EE.UU. de un medicamento para bajar de peso. Hicimos los cálculos respectivos y mis estudiantes descubrieron que la media del peso de las personas que formaban parte la muestra, disminuyó en 1 kg tras un año de uso del medicamento. Los números decían que el medicamento lograba la reducción del peso, que debía comercializarse. Pero uno de mis estudiantes dijo: “Profesor, pero si el medicamento ayuda a perder 1 kg de peso en un año, ¿no cree usted que no es muy útil?”. Me emocioné mucho porque esa reflexión ayudó a entender la importancia de la significancia práctica de los resultados en estadística. En efecto, no valía la pena comercializar un medicamento que lograba tan insignificantes resultados.

 

 

Otro caso es el típico estudio sobre el índice de masa corporal (IMC) que suelen hacer los estudiantes en clases de ciencias o educación física (deportes). Lo habitual es verlos encuestando a sus compañeros y maestros, preguntando por estaturas y pesos, para luego analizar el estado físico ideal de las personas o temas asociados a nutrición; muy importantes en nuestra vida, por cierto. Gracias a lecturas adecuadas, vídeos, discusiones en clase y análisis de casos; mis estudiantes ahora son capaces de cuestionar y darse cuenta que las personas, habitualmente, desconocen su peso exacto o responden el peso que desearían tener, no el que tienen, por diversos factores -entre ellos el factor social-. ¿Y la data recogida? Muy simple: no sirve. ¿Qué hacen ellos ahora? Pues no encuestan más, salen con su balanza y cinta métrica a hacer las mediciones para evitar el sesgo. ¿Sesgo?. Aprendieron el concepto con una lectura y un vídeo en casa, una discusión en clase y la resolución de 3 casos prácticos en equipo. ¿Y las fórmulas? Bueno, justo allí radica el problema inicial de este artículo. Las fórmulas son lo menos importante en estadística. ¿De qué sirven si no se hace un muestreo o recojo de información adecuados? ¿Comprenden ahora por qué pienso que la estadística no debería enseñarse en las escuelas como una competencia matemática? Perdemos gran parte de lo más valioso de la ciencia al reducirla a un cúmulo de fórmulas y operaciones. No digo que la matemática solo sea cuestión de algoritmos; lo que ocurre es que hablamos de dos ciencias distintas.

¿Qué hice para superar las dificultades -o tratar de superarlas- que presenta el enfoque tradicional de la enseñanza de la estadística?

  1. Desarrollar una unidad completa de Estadística (2 meses)
  2. Usar el enfoque Flipped Learning
  3. Plantear un proyecto de investigación en paralelo

Aquello de desmembrar la estadística para enseñar una porción cada bimestre, trimestre o semestre es un despropósito total, si queremos que nuestros estudiantes aprendan qué es y para qué sirve.

El enfoque Flipped me ayudó muchísimo a superar la parte matemática; pues la elaboración de tablas y gráficos, así como los cálculos de medidas de tendencia central, de dispersión o de posición; con una calculadora científica o una hoja de cálculo, son tareas que los alumnos, debidamente guiados por materiales elaborados o seleccionados por los maestros (lecturas, vídeos, ejercicios interactivos, etc.), pueden realizar solos. El trabajo en clase es aclarar las dudas, reforzar lo aprendido, discutir situaciones diversas y resolver casos; pues para eso existe la estadística: para entender al mundo y tomar decisiones.

De las 7 horas de clase de matemática que tenemos a la semana, 2 o 3 las dedicamos a un proyecto, que mis alumnos desarrollan en equipo. Ellos realizan investigaciones sobre temas de su entorno y buscan respuestas para comprenderlo mejor; algunos equipos incluso plantean soluciones amparados en los resultados de su estudio.

Esa es la estadística que deben aprender los estudiantes en las escuelas, la que va más allá de leer tablas, completar espacios en blanco, calcular varianzas y desviaciones a mano, y tomar exámenes donde solo se valoran las operaciones matemáticas; aquella que les ayudará a comprender el mundo, a tomar decisiones menos intuitivas, a ayudar a otros, a comprender el sentido real de la palabra comunidad.