Como buen aficionado a la música, y remarco lo de aficionado, se puede decir que “consumo” todos los días una gran cantidad de tiempo escuchando esta increíble expresión sonora de creatividad humana. Sin cerrarme a ningún estilo, puedo asegurar que me ha acompañado desde mis años de estudiante como banda sonora de esas horas de estudio que, realmente, se hacían más llevaderas entre nota y nota. Es por ello que, una vez que me dediqué a la docencia, la música debía ocupar un hueco en mis clases y en mi forma de entender la relación con mis alumnos. Era como compartir una parte de mi persona. Esto se profundiza aún más cuando la clase invertida entra en mi vida, especialmente en los tiempos en el aula en los que planteaba trabajos colaborativos. De ahí surge la idea de sistematizar de alguna forma todo esto, es lo que bauticé “El poder de los Beatles”.

Es cierto que cada espacio y que cada tiempo requiere de una música que contribuya sobre todo a fomentar tres elementos muy necesarios:

  • La concentración.
  • El control del ruido en el aula.
  • El descanso activo.

Además, podemos utilizar la música como un elemento educativo transversal, ya que también es un medio de comunicación.

Podemos caer en el tópico de que para conseguir estos dos objetivos lo más adecuado es utilizar en exclusiva la música clásica. Esto no es del todo cierto, ya que es una música que, salvo excepciones, marca una enorme distancia con el alumnado, más acostumbrado a otros ritmos de mayor o menor calidad. Es posible que sea necesario introducir este tipo de música poco a poco. La música clásica por sí sola no es mágica, igual dedicar algunos minutos a hacer una contextualización sería ideal.

Yo, sin embargo, me decanto por los Beatles. Sus canciones tienen un efecto casi “mágico” si hacemos la selección adecuada. De hecho, pueden servir de punto de partida hacia otro tipo de músicas y así, ampliar nuestro abanico de forma notable. En definitiva, el objetivo es crear un entorno que sea de trabajo productivo.

Otra duda que nos asalta es si metemos canciones en español. Puede que rompan la concentración del alumnado al conocerlas y ponerse a cantar. Pues no viene mal que canten de vez en cuando, aumenta su alegría y energía y su productividad aumenta. A veces parar un minuto para cantar equivale a más de diez minutos de concentración os lo recomiendo, es lo que se llama un descanso activo. Momentos puntuales que se pueden programar y realizar de una forma consciente y sistemática.

Bien, esto no es más que una pequeña reflexión desordenada y un pequeño adelanto de lo que intentaremos desarrollar el próximo 27 de junio en el taller que da título a este artículo en el marco de las II Jornadas Educativas Profes Excelentes a celebrar en Aranjuez. Os espero.