Muchas gracias a Javier Castillo por compartirla
Hola compañer@s,
Mi nombre es Javier Castillo y soy maestro (interino) de Educación Primaria en la Comunidad Autónoma de Aragón; aunque las características de esta comunidad hace que, frecuentemente, desarrolle mi labor en aulas unitarias (Educación Infantil, Educación Primaria y primer ciclo de Educación Secundaria) de centros rurales agrupados.
He de reconocer que mi trayectoria flippeando las clases es anterior, incluso, a saber que tenía esta denominación. Carente de formación teórica al respecto, para mí era una cuestión de sentido común. Llegué a la conclusión de que había que darle la vuelta a algunas de los planteamientos pedagógicos tradicionales. Principalmente por dos razones:
Por un lado, soy poco amigo de torturar a mis co-aprendices con deberes basados en tareas repetitivas que ocupen gran parte de su tiempo de vivencia y aprendizaje informal (tan importante o más que el formal, para el desarrollo integral) Por otro lado, durante mi anterior experiencia como docente de apoyo extraescolar, comprendí que muchos niñ@s no habían entendido muchos contenidos durante las clases. Durante cinco años escuché repetidas veces sentencias como “en clase no me entero bien, pero aquí sí”, o “pregunto pero no tiene tiempo de explicarme y tú sí”. El sentimiento de autocomplacencia, en lo que, al principio, entendí como un halago, pronto, al extenderse a diferentes profesionales y alumnado, incluso en algunos con capacidades notables; dio paso a sospechas acerca de la calidad y adecuación de este tipo de educación que, cual fábrica fordista, reparte la misma información para todos, de manera unidireccional. Me pareció que el alumnado apenas aprende durante la jornada escolar, puesto que es obligado en algunos casos, a permanecer pasivo, siendo un mero receptor a quien el sistema educativo y ciertos profesionales que en él ejercen, consideran como una tabula rasa que han de llenar, por su bien. Por ambos motivos, comprendí que la profesión docente debía replantearse su propia actividad. Al menos yo lo iba a intentar. No quería ser ni el acaparador de las posibilidades de aprendizaje y monopolizador de las temáticas acerca de las cuales se podía el alumnado interesar; y ni mucho menos, quería ser un docente técnico, que “repartiese” conocimiento de manera robótica; pues creo que el alumnado necesita más un docente artista, capaz de adaptarse a cada uno. Una vez comencé mi actividad profesional dentro de la educación formal, fui experimentando con diferentes estrategias que intentasen corregir ambos defectos que, personalmente, creí haber descubierto. Y todo comenzó en un grupo de 2º ESO, dentro de la asignatura de Educación Física. Quería tratar diferentes deportes, de popularidad media en España. Deportes conocidos por el alumnado, pero quizá nunca practicados y por ello, cargados de los estereotipos propios de aquel que ve “los toros desde la barrera”.
De modo que quería que viesen cierta parte de la teoría, pero me negaba a dedicar una o dos horas a explicar; a realizar lecciones magistrales de algo que es eminentemente práctico. Además, no contaba con el horario suficiente para ello. Quería que conociesen correctamente dicho deporte, para poder practicarlo de manera suficiente, pues solo así, entiendo, serían capaces de ver la posible positividad que se esconde en el trasfondo de toda actividad física. Se me ocurrió que fuese el alumnado quien realizase un proceso de aprendizaje inductivo (a veces colaborativo, a veces cooperativo); a partir del visionado de vídeos cortos y su posterior discusión grupal, tratando de establecer una serie de conclusiones acerca de la técnica, la táctica y la reglamentación. Utilicé para ello, Youtube como fuente videográfica y Edmodo como plataforma de encuentro y discusión entre el alumnado. Ell@s, veían un vídeo (o varios) seleccionado por mí y debían realizar comentarios acerca de lo que entendían que era ese deporte, los movimientos, las posibilidades y limitaciones. Posteriormente, era el propio alumnado quien elegía el vídeo adecuado, para propuestas específicas que les planteaba. Todo ello, desarrollado en horario extraescolar, creando una secuencia entrelazada que permitía mejorar, tanto el aspecto teórico, como la propia práctica desarrollada en el tiempo de aula. Esta primera experiencia, positiva, tanto para el alumnado como para mi propia propuesta pedagógica, fue el germen que me inspiró a poner en práctica algunos planteamientos, en otras asignaturas, basados en los preceptos que, hace año y medio descubrí, se postulan desde el modelo flipped classroom. De modo que, sin desarrollar el modelo flipped de una forma muy estructurada, sí que fui desarrollando algunas iniciativas, aquí y allá, que me fueron convenciendo, por sus excelentes resultados, de que se podía proceder así. Comprendí el potencial educativo que había en el hecho de favorecer el verdadero aprendizaje, llevándolo a cabo en el aula con apoyo docente y de compañer@s, mediante propuestas que favoreciesen la acomodación piagetiana y la transferencia, a partir de los aprendizajes de orden inferior, asimilados en espacios y tiempos extraescolares previos.
Y he aquí que esta paradoja, de aquel que hace algo que no sabe que está haciendo, es algo ciertamente frecuente en educación. Los docentes probamos, tratamos de innovar, adaptamos propuestas a las características intrínsecas y extrínsecas de los grupos con los que trabajamos. Y he aquí que, en el centro en el cual estoy destinado durante este curso, al organizar una charla para mostrar a mis compañer@s algunas corrientes pedagógicas y metodológicas innovadoras, muchos descubrieron que ellos, sin saberlo, también ponían en práctica, en momentos puntuales, propuestas catalogables como flipped classroom. Tampoco sabían que lo hacían, ni suponían que había un sustento teórico que pudiese guiar mejor sus propuestas. Ni tantos recursos como existen hoy en día. Me reconocieron que, fue más una cuestión metodológica, que un planteamiento emergente de su convencimiento acerca de la bondad pedagógica de dicho modelo. Propuestas que, por unos motivos u otros, no habían mantenido en el tiempo, cayendo finalmente, en las redes de la educación unidireccional tradicional. Sirva este recorrido autobiográfico, para recordar que dentro de la profesión docente, hay mucha iniciativa, ganas de innovar y modificar las estructuras tradicionales, pero que, desgraciadamente en algunos casos, por falta de difusión; de formación específica adecuada, de convicción y de apoyo institucional y del colectivo docente, han ido quedando olvidados. Por ello, descubrir esta web/colectivo vino a confirmar la necesidad que tiene la profesión de salir de su hermetismo y de difundir las propuestas tan extraordinarias que se desarrollan dentro de las aulas. Aprender de/con todos mejorará nuestra capacidad para ser docentes y eso redundará finalmente en una mejor educación para nuestras generaciones venideras. [1] Parcialmente de acuerdo con la postura de Iván Illich (La sociedad desescolarizada, 1985) [2] Postura sostenida por algunos de los principales autores que han analizado el aprendizaje y el desarrollo (Piaget, Vygotski, Rousseau, etc) y caló en mí durante mi primera formación, como maestro de Educación Física.
Qué interesante tu experiencia y me parece genial que compartieras la misma con docentes y futuros docentes. Es cierto que siempre tratamos de innovar nuestras prácticas. Como practicante, percibo esa falta de difusión la cual mencionaste y que muchas veces pueden ser también inspiraciones para otros docentes y futuros docentes. Estoy en mi proceso de formación y compartir experiencias es algo que me enriquece muchísimo. Gracias por compartir tu experiencia!