La situación de pandemia mundial provocada por el COVID-19 en el que nos encontramos de hace ya un año ha provocado muchos cambios en nuestra vida, y, por ende, en los centros escolares.
El confinamiento al que nos vimos abocados aquel 14 de marzo de 2020 en Andalucía, unos días antes en otras Comunidades Autónomas, supuso un antes y un después en cuanto a la transformación digital en educación. Fueron unas semanas intensas, atendiendo al alumnado y a las familias, preparando material, programando y con jornadas de formación interminables. Pero valió la pena.
Este curso escolar el tipo de enseñanza varía, dependiendo del Centro: unos presencial al 100%, otros online, otros sincrónica. Es cierto que ha supuesto un punto de inflexión en la transformación digital de los centros educativos, pero esto no tiene sentido si no es acompañado de una transformación metodológica. Es aquí donde, además de las metodologías activas como ABP, APS, Aprendizaje Cooperativo u otros modelos de enseñanza, como el Flipped Classroom, creo necesario destacas las metodologías ágiles.
Las metodologías ágiles nos permiten adaptar la forma de trabajo a las condiciones y características propias de cada proyecto, caracterizándose de este modo por su flexibilidad.
Hoy quisiera que centráramos nuestra atención en el método SCRUM, muy óptimo para implementar en proyectos en el aula cuyos resultados hayan de medirse a corto plazo. Los alumnos deberán ir realizando entregas periódicas, según las pautas establecidas por el profesor. Es importante aquí determinar muy bien cuáles son las competencias de cada miembro del equipo y que el responsable tenga verdaderas características de líder, sabiendo resolver de forma óptima las incidencias que vayan surgiendo.
Es también una manera de fomentar la capacidad de resolución de problemas en el alumnado, desarrollando, entre otras, la competencia de aprender a aprender y de la iniciativa emprendedora, aprendiendo a trabajar en equis, a autogestionarse a la vez que se desarrolla la creatividad del grupo.