Quizá a muchos les resulte curioso que hablemos de qué haremos en el aula cuando nos planteamos darle la vuelta a la clase. Quiero decir que la tendencia generalizada cuando se habla de Flipped Classroom es comenzar a pensar en qué materiales prepararemos para que los alumnos trabajen en casa, cómo montaremos los vídeos, cómo sabré si han visto el vídeo, ¿… a lo mejor es preferible pasar a los alumnos un fragmento del libro en lugar de un vídeo…?
Por experiencia, pensar en el material que debemos preparar para el trabajo en casa es lo primero que a uno le viene a la cabeza cuando barrunta flipear el aula. Y creo que es así porque pensar en elaborar un vídeo –sí, ¡elaborar un vídeo!– nos da mucho yuyu. En las charlas flipped es un tema recurrente porque supone uno de los retos más laboriosos para el profesor, aún sabiendo que puede encontrar otras grabaciones fantásticas para sus clases –eso sí, tras una más que probable larga búsqueda en internet–.

Invertir la clase potencia el trabajo en el aula

¡Cuidado!, los mayores temores que os pueden atenazar cuando pensáis en flipear vuestra clase llegan, precisamente, captura-de-pantalla-2016-03-29-a-las-19-20-50 cuando comenzáis a pensar en lo que vais a hacer durante las 3, 4 o 6 horas de clase con todos vuestros alumnos sentados frente a vosotros mirándoos fijamente y esperando “órdenes”. Recuerdo que ese fue uno de mis mayores agobios, de esos que provocan tembleque de piernas y/o sudor frío; lo del vídeo, al final, no fue para tanto. Pero, cuando me encontré con que el tiempo transcurría inexorablemente en el aula y las actividades se terminaban, me entró bastante vértigo. Por eso considero muy importante esta idea: lo fundamental de la Flipped Classroom es el tiempo que pasamos junto a nuestros alumnos en el aula. Si pensamos en la filosofía del modelo, se entiende fácilmente: pasar la parte pasiva del aprendizaje a casa y la parte activa, al aula. Dicho de otro modo, invertir la clase potencia mucho el trabajo de aula, ese tiempo en que los alumnos necesitan especialmente la ayuda y guía de su profesor porque es cuando se enfrentan a los verdaderos retos de su aprendizaje: poner en práctica la teoría.
En definitiva, tengamos presente que las horas dedicadas a las actividades de clase tienen que estar perfectamente diseñadas y ajustadas a los tiempos previstos. Y esto incluye tener en cuenta que habrá alumnos que irán más rápido que otros; o lo que es lo mismo, que algunos terminarán las actividades individuales o de grupo antes que los demás. Pensemos en alternativas para que no llegue el tan temido: “profesor, me aburro, ¿qué puedo hacer?”. Trabajar por pares puede resolver, en gran medida, estas situaciones.

Nuevas (y viejas) metodologías activas

Cuando uno piensa en la clase tradicional, en seguida le viene a la cabeza la figura de un profesor explicando la lección y escribiendo en la pizarra, mientras los alumnos escuchan pasivamente sentados en sus pupitres con el libro –y quizá también la libreta– abierto sobre la mesa.
Por el contrario, cuando visualizamos una clase flipped, el escenario cambia radicalmente: la clase se mueve, habla, se agrupa… los alumnos salen del aula, dialogan, calculan, sacan fotos y graban vídeos… Lo importante no es memorizar, sino comprender. Es una clase viva, un aula en continuo movimiento, porque el aprendizaje se debe lograr haciendo.

Entre las metodologías que podemos trabajar en el aula, encontramos: proyectos, resolución de problemas, learning by doing, learning by teaching, método del caso, peer instruction, debates, gamificación…