Un repaso a la tecnologización del aprendizaje

La tecnologización de la educación, a través de la ruptura con los procesos tradicionales de adquisición de conocimientos, aporta una serie de ventajas esenciales. Al permitir una mejora de las prácticas educativas y de los procesos de aprendizaje, produce también que emerjan nuevas competencias básicas que debemos tener en cuenta como docentes: aprender a conectar, evidentemente, pero también aprender a desconectar. 

La motivación de los alumnos es una de las razones esenciales por los que la tecnología en la educación es tan importante. Al hacerles partícipes de sus propios procesos de aprendizaje, tomando un rol activo y no siendo agobiados por montañas de información, conseguimos que los alumnos estén más abiertos al contenido, lo que a su vez produce un refuerzo de sus conocimientos.

Las interacciones profesor-alumno se potencian: el primero se convierte en un guía, y el segundo deja de ser un receptor de material de carácter inactivo. Los roles, al ablandarse esa relación de desigualdad o la línea que los separa, se refuerzan. La actividad se intensifica. Pero también mejoran las relaciones entre los propios alumnos: el trabajo colaborativo es un ejemplo de esto.

El alumno participa de forma activa en su educación: se convierte en el protagonista de su propio proceso de aprendizaje. Parte de unos contenidos que previamente ha gestionado en casa. Como sostiene modelo pedagógico FC, el tiempo de clase se libera y unos procesos son sustituidos por otros. Y al difuminarse esa visión del alumno como un ente homogéneo, emergen seres individuales con capacidades, potencias, dificultades múltiples, y con ello, una personalización del aprendizaje.

La optimización del tiempo tiene que ver con ese cambio de procesos y la liberación del tiempo de clase. 

Es importante también aprender a desconectar: no ser tecnodependiente, pero tampoco tecnófobo. Encontrar el equilibrio para sacar el máximo provecho a las herramientas de las que disponemos que pueden convertir el aprendizaje en un fenómeno maravilloso e interesante, y no en una carga o un trabajo que hay que superar.