Uno de los grandes errores que cometí a la hora de llevar el enfoque flipped learning a mi centro fue la precipitación.

Así, cuando en las formaciones estoy mostrando el modelo de “aula invertida” advierto que el tiempo para que funcione al 100% es de cuatro años (a muchos de los que allí están se les ve su cara de alivio). Dicho así puede parecer mucho tiempo, pero creo que es bueno que nos paremos un momento y reflexionemos qué implica este cambio de orientación.

Para empezar, cabe preguntarnos:

¿Cuento con el apoyo de mi equipo directivo y de mis compañeros de área para trabajar de forma coordinada dentro de este modelo?

¿Conozco bien esta forma de aprendizaje que voy a llevar a mis alumnos?

¿Tengo los conocimientos y habilidades necesarias para desenvolverme dentro del marco del flipped learning?

¿Tengo una estrategia y los materiales necesarios para llevarlo adelante?

¿He desarrollado un plan para recabar datos y realizar las estadísticas que me refrenden cuando tenga que justificar por qué trabajo ahora así?

Contestar con un “NO” a alguna de estas preguntas implica, de entrada, al menos un año para darle una solución. Así, por ejemplo, responder de forma negativa en la tercera cuestión conlleva formarnos antes de empezar a plantearnos continuar en este camino. Es bueno recordar que la formación en competencias es un imperativo curricular que en el caso de la competencia digital está recogido en el Marco Común de Competencia Digital Docente 

Contestar con un “SI” a todas estas preguntas supone que podemos abordarlo, pero ¿por dónde empiezo?  Indico, a continuación, algunas de las acciones que me ayudaron:

  1. Estudiar cómo otros profesores trabajan dentro de este enfoque.
  2. Elaborar un plan de implantación. No hacerlo en un primer momento fue una de mis grandes equivocaciones.
  3. Utilizar los canales de comunicación del centro para informar a los padres de los cambios que se van a producir y cuáles son las razones de estos. Este paso es fundamental y nos ahorrará muchos “disgustos”
  4. Dominar el lenguaje audiovisual y las herramientas asociadas al mismo. Esto lleva tiempo, mucho. Y, a veces, podemos caer en el desánimo.
  5. Recordar cuál es el meollo de este enfoque: “llegar a cada alumno”. Como nos recuerda Bergmann en “Dale la vuelta a tu clase”: ¿Cómo puede personalizar un solo profesor la educación de tantos estudiantes? ¿Cómo puede asegurarse de que cada uno de los alumnos aprende, cuando hay tantas metas y objetivos que alcanzar?
  6. Poner en práctica lo establecido en el plan de implantación.
  7. Establecer métricas. Una de las labores más desestimadas y, sin embargo, de las que más ayudan. Es conveniente medir regularmente y de forma fiable si este enfoque cumple con las expectativas y si es el motor que ayuda a la aplicación de otras metodologías, por ejemplo, el trabajo por proyectos.
  8. Escuchar las aportaciones de nuestros compañeros, especialmente las del propio departamento. Otro de mis grandes deslices en un principio.
  9. Compartir el trabajo en las redes sociales y anotar las mejoras que me sugerían.

Lo dicho: cuatro años.

¡Qué alivio!