Sobre la evaluación y después de leer un artículo interesante, un momento de reflexión.

En primer lugar, hay que tener muy claro qué evaluar, nosotros y nuestros estudiantes, no vale que seamos sólo nosotros. Además, que sea de una forma sencilla, para que no nos desgastemos demasiado y dejemos de hacer lo necesario para que se consigan los aprendizajes que queremos evaluar.

Es interesante tener a mano una rúbrica general que se adapte a la mayoría de los trabajos y proyectos que se van realizando a lo largo del curso, en la que aparezcan los principales criterios que habitualmente tendremos en cuenta, así el estudiante trabaja a tiro hecho, sabiendo bien lo que hace. Ya concretaremos cuanto sea necesario. Creo que hay muchos aspectos, así lo percibo yo misma en mis estudiantes, que mejoran ostensiblemente si,  antes del momento de presentar un trabajo, se recuerda la forma en que se tendrán en cuenta. La preparación del mismo cambia radicalmente.

Si utilizamos la taxonomía de Bloom, es más fácil distinguir en qué niveles nos movemos. Todavía sería mejor ofrecer posibilidades de evaluación en distintos formatos, o, al menos, tener en cuenta las fortalezas y debilidades de los estudiantes, de forma que puedan expresar sus conocimientos lo mejor que sepan.

La evaluación continua arroja datos de interés crucial, rara vez cambia demasiado lo que vemos a diario con lo que resulta al final. Además, siempre nos aporta tiempo extra para retroceder y retomar lo que se va quedando por mejorar, así la bola no se hace demasiado grande.

Conseguir que los alumnos/as se involucren es importantísimo  para que muestren lo que de verdad saben. Intentemos buscar la manera de que afloren los aprendizajes. No pasa nada por jugar un poco, competir de forma sana y divertida, así se consigue mucha información.

Los compañeros ayudan mucho a salir a quien ha tropezado, busquemos la manera de que se ayuden. Además, sólo el hecho de que muestren interés en el otro facilita la tarea de aquel, que se siente parte del grupo. Lo social importa.

Si creamos recursos, y estos son fáciles de adaptar, ganamos mucho tiempo. Si compartimos con los demás, mejor aún. Podemos crear una buena red de material interesante. Y. sobre todo, no menospreciemos los recursos que los alumnos crean, a menudo son mejores que los nuestros.

Sin reflexión no podemos mejorar.