Quiero comenzar contándote una historia.

«Había una vez (así empiezan los cuentos tradicionales, ¿no?) un niño pelirrojo, con pecas en la cara y de ojos alegres que iba todos los días a la escuela; él se lo pasaba bien allí (sobre todo cuando estaba jugando con sus amigos), aunque es cierto que se aburría un poco durante las clases. Un día oyó que sus profesores iban a «innovar»; él no entendía muy bien lo que significaba esa palabra, pero parecía que iba a ser algo bueno.

Cuando llegó al día siguiente al cole, en su clase ya no estaba la pizarra de tiza «de toda la vida»; la habían cambiado por una pizarra blanca y brillante ¡en la que se escribía con rotulador! Durante los días siguientes, la profesora ya no explicaba escribiendo con aquellas tizas; ahora preparaba unas presentaciones en el ordenador y las proyectaba desde un «cañón» que habían colgado del techo, escribiendo con el rotulador sobre lo proyectado.

Los primeros días «molaba», ¡era como estar en el cine! Pero al cabo de no muchos días, nuestro niño del cuento se dio cuenta que donde había una pizarra negra habían puesto una blanca, en vez de usar tiza se escribía con  un rotulador, la profe en vez de escribir «de espaldas» proyectaba las imágenes; y los ejercicios que les mandaba, en vez de hacerlos en la libreta, los escribían en una «tablet»… pero todos los niños de su clase seguían (como siempre habían estado) sentados individualmente y mirando para delante (o en parejas o en tríos pero sin interactuar demasiado entre ellos)»

¿Te preguntas que cómo termina el cuento? Pues de una manera muy sencilla: el niño abrió los ojos (pero mucho, mucho) y una frase vino a su cabeza; ¿realmente es esto innovar?

Vamos, que eso que algunos profes llamaban innovación, era más de lo mismo; un perro distinto, pero con el mismo collar…

¿Por qué he empezado así este artículo? Porque me parecía una manera diferente de tratar un tema muy «serio» como es esto de la innovación educativa. Es estas últimas semanas he estado leyendo en las redes sociales a gente que critica el método «flipped» sin conocerlo en profundidad y, seguramente, sin haberlo implementado en su docencia diaria. No estoy de acuerdo con ellos. Pero también leo a diario gente que habla de las bondades de las nuevas metodologías activas y de cómo es imprescindible implementarlas para que uno se considere «innovador». Tampoco estoy de acuerdo con estos, sobre todo porque suele ser gente que no vive de la docencia «a pie de aula», sino más bien de dar conferencias y discursos…

Bueno, ahora hablando (un poco más) en serio, se escribe y se habla mucho desde hace unos pocos años que ya no se puede seguir haciendo lo mismo de siempre, que hay que cambiar, ir con los tiempos…; en definitiva, que hay que innovar.

 

Me gustaría, en este punto decirte lo que, para mí, NO es innovar. Creo que no es innovar: proyectar imágenes en una pantalla y explicar un rato largo sobre ellas, transmitir (solamente) conocimientos, hacer ejercicios en clase y/o en casa, centrarse única y exclusivamente en los contenidos del curriculum (para poder terminar el temario), tener un dispositivo móvil en el que hay un libro digital que consiste en un PDF más o menos interactivo y actividades para hacer después de leerlo (en casa, si no te ha dado tiempo durante el tiempo de clase)… (aquí te animo, querido lector o lectora, a que completes tú esta lista que yo he empezado a enumerar)

 

Y para mí, ¿que SÍ es innovar? Pues querer (y mucho) a tus alumnos, preguntarles qué les pasa cuando los vemos tristes, educar su inteligencia emocional, enseñarles conocimientos (y evaluárselos) teniendo en cuenta las inteligencias múltiples que todos ellos tienen, enseñarles a trabajar cooperativamente (en este mundo nuestro tan competitivo), prepararles para los trabajos que tendrán cuando se incorporen a la vida adulta, escucharles mucho más rato del que pasamos hablando nosotros… (te animo a que sigas completando la lista)

 

No sé si, con todo lo escrito, he sido capaz de transmitirte la única idea que, en esta entrada, he querido plasmar: No es lo mismo innovación metodológica (o pedagógica) que innovación tecnológica.

Yo puedo ahora confesarte que he sido uno de estos profesores que «vendió esa moto» a los alumnos y a los padres: me pasé un año explicando con PowerPoint pensando que así ya estaba innovando…

Pero no, la clave para innovar no es (solamente) «meter» tecnología en las escuelas, sino amar a tus alumnos y hacer lo que es mejor para que ellos aprendan y saquen lo mejor de sí mismos.

Alguien que sabe bien lo que es innovar dijo hace tiempo en una entrevista: «Innovar es para todos los colegios y para todos los alumnos, no importa en qué situación geográfica o económica se encuentren. El cambio y la innovación en materia educativa es cuestión de personas. El gran recurso para el cambio no es la buena economía, o una situación privilegiada. Es el profesor» (Montserrat del Pozo)

Aquí tienes el enlace de esta entrevista

Así que te animo a que te contestes a esta pregunta: Y para ti, ¿qué es innovar en la escuela?