Muchas veces a la hora de plantear la clase invertida podemos detectar que el tiempo que dedicamos a la realización de ejercicios, resolución de dudas o completar el dossier de trabajo planteado en cada bloque de contenidos; queda excesivamente en “blanco” o bien es un tiempo en el que el alumnado habla, habla y habla hasta formar un estruendo en el que la resolución de dudas en grupo se hace casi imposible. Ante esta tesitura era necesario establecer una estrategia para que se creara un ambiente de trabajo lo más idóneo posible y que fuera lo más operativo posible para poder dar la atención adecuada a todo el grupo. Por tanto es necesario señalar unas premisas:

  • Evitar toda medida coercitiva que consista en mandar callar constantemente o incluso medidas más contundentes.
  • Utilizar una herramienta que a la vez sirva como un elemento educativo con el convencimiento de que TODO sirve para enseñar.

Una vez que tenemos esto claro la elección es clara. La herramienta que vamos a utilizar es la MÚSICA y el objetivo es crear un ambiente de trabajo adecuado y productivo.

Esta experiencia fue desarrollada a lo largo del curso 2016/2017 con los alumnos y alumnas de 2º ESO del IES “Maestro Juan Rubio” de La Roda (Albacete) utilizando diferentes playlist creadas en la plataforma Spotify. Para llevarla a cabo es necesario marcar unas reglas muy simples:

  1. Se puede hablar pero nunca con un volumen por encima de la música. Con esto conseguimos que el ruido ambiental de la clase se vaya reduciendo gradualmente ya que nosotros vamos controlando el nivel de sonido de la música y lo ideal es que lo vayamos disminuyendo a medida que avance la clase y el ambiente de trabajo vaya mejorando.
  2. A la hora de plantear una duda esta tiene que ser pública y para todos. Para ello se puede parar la música, dar la explicación o, mejor, abrir la participación para resolver la duda y acto seguido continuar.

En un principio la elección lógica, dentro el ámbito musical, sería la de seleccionar piezas de música clásica. Composiciones de ritmos tranquilos de Bach, Mozart o Beethoven. Esto en un principio funciona, pero no del todo. El problema es que llega un punto que a los alumnos les resulta aburrida. Cosa normal ya que, salvo excepciones, su gusto musical está moldeado por otros ritmos. Por tanto esto crea una nueva dificultad que requiere mucho del ensayo y error. Así que ¿por qué no utilizar el pop o rock para crear conseguir el objetivo? Es arriesgado pero ¿por qué no?

Una vez tomada la decisión y estudiado las posibilidades, la elección adecuada, desde mi punto de vista, era realizar una lista con canciones de The Beatles y funcionó. A medida que avanzaban los temas (Here Comes The Sun, Let It Be, Hey Jude, Yesterday…)  el ambiente era cada vez mejor, el alumnado más relajado y concentrado y la productividad fue en aumento. Se trataba del PODER DE THE BEATLES.

Entonces, ya que el objetivo estaba casi cumplido, había ir más allá. Y esto consistía en explicar el contenido de la letra de las canciones, contextualizarlas con la época en que se realizaron, quiénes eran cada uno de los cuatro de Liverpool, quién cantaba… Es decir, añadir elementos de conocimiento que no estaban en nuestro currículo pero que resultaban interesantes a nuestro alumnado. Es cierto que era mezclar la Edad Media con los años de la Guerra Fría, de Vietnam, de la contracultura… Pero también esta música nos servía para contextualizar el Baby Boom de los años 60 en Europa al ritmo de Let it Be… Se trataba de romper con ciertos moldes y crear entornos de enseñanza abiertos. ¿Rompemos el currículo y lo hacemos abierto? Esto sería una reflexión interesante de cara al futuro más inmediato.

¿Podemos ir más allá? Pues sí. En momentos de tensión, de falta de atención, especialmente en los inicios de las sesiones hay que bailar, soltar adrenalina, y comenzar con un espíritu renovado… Wilson Pickett o Madness son perfectos.