Hace tiempo que los alumnos están utilizando vídeos educativos fuera del aula como una herramienta para aprender de todo: matemáticas, física, historia…
Me atrevo a afirmar, además, que son particularmente útiles en aquellas asignaturas –matemáticas y física– que tratan temas que son complejos o que implican un alto contenido visual.
Pero, a pesar de las muchas virtudes que tienen los vídeos en el mundo educativo, existe un uso de estos en el que lo deseable es que no tengan que verlos.
Me explico: una de las actividades que hago es pedir a mis alumnos que resuelvan problemas del tema que estoy explicando en ese momento, especialmente ejercicios EBAU. En el documento con dichos ejercicios aparece una serie de códigos QR que los vincula con la explicación detallada en vídeo de la resolución de estos. El propósito no es otro que, en caso de que no sepa resolverlo o quiera comprobar si su razonamiento es correcto, pueda disponer de la explicación de su profesor. Así, no se verá solo a la hora de hacer este tipo de trabajos y/o podrá comprobar «in situ» si la resolución es correcta.
Como siempre les digo cuando planteo este tipo de actividades:
“¡Ojalá no tengas que ver el vídeo!”
Finalmente, independientemente de que lo vean o no, disponer de este recurso audiovisual favorece enormemente que el alumno haga dichas tareas y le genera confianza, pues los hace con la tranquilidad de que “tiene a su profe al otro lado de la pantalla del móvil”.
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