El 26 de febrero del 2016 se celebraba, como todos los años, la fase Local de la Olimpiada de Física en la ULL.
Mientras nuestros alumnos estaban realizando la prueba, nosotros, sus profesores, nos encontrábamos en un aula contigua charlando animadamente. En un momento dado, y para mi sorpresa, se me acercó un compañero de un reconocido instituto de mi ciudad y me preguntó:
¿Tu equipo directivo no te pone pegas para que publiques en abierto?
Le dije que no, que, de hecho, me sorprendía que me lo preguntase.
Su respuesta me dejó aún más traspuesto: “Nosotros tenemos prohibido compartir nada de lo que hacemos en el centro para evitar que nos copien”.
Le dije que me parecía un gran error, que hoy día es casi una obligación moral compartir con el entorno educativo, ya que no somos docentes de nuestros alumnos, sino de todos los alumnos.
Unos meses después, a finales de octubre, en otra charla distendida en los Salesianos de La Cuesta con Gonzalo Romero, este dijo una frase que se me quedó grabada:
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