A punto de terminar el primer curso en que he impartido mi clase de biología de 4º de ESO dándole la vuelta a la clase (Flipped Classroom), hago un balance positivo de esta metodología, que encaja perfectamente en la propia del Colegio en el que trabajo. No obstante estas buenas sensaciones, me gustaría destacar tres aspectos que a mí me han llamado mucho la atención durante esta experiencia flipped.

El primer aspecto que quiero resaltar es el cambio de mentalidad que “exige” flipear la clase -de hecho, fue el primero que percibí-. Un cambio de mentalidad que afecta tanto a los alumnos como al profesor. Empezaré por este último, el profe. Creo que cuando uno se plantea darle la vuelta a la clase debe pensar muy bien lo que realmente significa esto. Y no me refiero a la perspectiva teórica -esto es, saber que los deberes se hacen en la escuela y la teoría se aprende en casa-, sino a alejarse de la arraigada “tradición de enseñanza” que todos llevamos dentro. Lo que trato de decir es que romper con el tópico “enseñamos como hemos sido enseñados” es más difícil de lo que puede parecer a priori. Por ejemplo, de entrada, tenemos que empezar a explicar la lección directamente a una máquina (el ordenador), en lugar de a un público real (los alumnos), como hacíamos hasta ahora. Puede parecer una tontería, pero la falta de costumbre hace que, al principio, genere una cierta incomodidad en el profesor. La experiencia, por supuesto, ayuda a ganar confianza y resolver esta situación.

Hay otro punto que afecta directamente al profesor y que lo planteo en formato de pregunta: ¿qué hago en la hora de clase? Para mí, esta cuestión supuso un gran quebradero de cabeza. Me preguntaba una y otra vez: ¿cómo voy a resolver disponer de tanto tiempo con los alumnos en el aula sin impartir mi clase magistral? Tras todos estos meses flipeando la clase, creo que este punto es clave para el éxito de la Flipped Classroom. Bajo mi punto de vista, es fundamental dedicar bastante tiempo a planificar las horas de aula preparando trabajos, proyectos, prácticas, ejercicios… sin olvidar, por supuesto, reservar momentos para resolver dudas (a nivel individual o grupal).

En cuanto a los alumnos, el cambio de mentalidad también ha supuesto una sacudida importante en su habitual camino de aprendizaje: “el profesor ya no me explica la lección en clase, la tengo que estudiar en casa”. Aquí hay que hacer un gran esfuerzo explicándoles bien la metodología y la finalidad: aprender de una forma más global. Esto significa que el alumno no solo debe aprender los conocimientos del temario, sino también otras muchas competencias que la enseñanza tradicional olvida o propone de forma muy rudimentaria. Esta nueva forma de aprender enseña a nuestros jóvenes a saber desenvolverse en un mundo en el que saber compartir conocimiento, saber exponer en público, trabajar en equipo, saber resolver un problema o buscar una determinada información es tan importante o más como saber qué territorios conquistó Napoleón.