Una de las claves del modelo de la clase invertida es que, al sacar buena parte de la explicación teórica fuera del aula, el docente dispone de más tiempo para desarrollar otras actividades con su alumnado.
En los siete meses que llevo utilizando este método he realizado más proyectos con mis estudiantes que en los cinco años anteriores.
Ahora bien, aunque estoy muy satisfecho con esta metodología, he localizado ciertos errores que podemos cometer, al menos, los profesores de Ciencias Sociales. No se trata, por tanto, de una crítica al modelo flipped, sino a aplicaciones del mismo que, en muchos casos, se llevan a término con la mejor intención del mundo.
Dedicaré una serie de epígrafes breves a tres de esos peligros, para terminar con un apartado en el que pretendo remarcar los aspectos que considero verdaderamente importantes en las asignaturas de Geografía e Historia. De todos modos, aunque me centre en estas materias, pienso que estos párrafos pueden aplicarse también a otras.
El riesgo de la omnipotencia tecnológica
El desarrollo de las TIC nos ha abierto las puertas de un mundo lleno de posibilidades inimaginables hace tan solo una década. El uso de plataformas y otras app educativas facilitan enormemente la tarea de los profesores, así como el trabajo diario de los alumnos.
Sin embargo, corremos el riesgo de entregar toda nuestra existencia docente a las nuevas tecnologías. Su uso excesivo puede terminar por marear a los estudiantes, hartos de tener que abrir cuentas cada dos por tres en la última aplicación que ha descubierto el profesor.
Eso sin duda es preocupante, pero lo que realmente me da pánico es que estemos creando expertos digitales y analfabetos funcionales.
La figura del docente es fundamental, y debe ser visible y desempeñar un papel más o menos activo, pues su labor jamás la desempeñará una máquina. De igual manera, restar importancia a los contenidos en pro de un supuesto aprendizaje tecnológico, puede tener consecuencias nefastas para el alumnado.
El pecado de confiar ciegamente en YouTube
En los primeros días de este curso, cada vez que entraba en el aula de un nuevo grupo, les trasladaba el mismo mensaje: la teoría está en YouTube. No seré yo quien critique esta forma de explicar, y mucho menos la necesidad de dedicar tiempo a elaborar vídeos “caseros” de cierta calidad. Ahora bien, como en el caso de las TIC, podemos caer en el error de pensar que todo está hecho al subir ese material a internet.
Es bastante probable que los alumnos no entiendan muchos de los contenidos que salen en los vídeos.
Por ese motivo, es de importancia capital dedicar un tiempo en el aula a resolver dudas. Además, habrá circunstancias que nos lleven a desarrollar, de vez en cuando, una explicación tradicional. Que los estudiantes agradezcan tener la teoría en YouTube, no quiere decir que no necesiten nunca una clase presencial.
El peligro de trabajar cara a la galería
Entre tanto proyecto, trabajo colaborativo y vídeos, los docentes corremos el riesgo de desplazar nuestro centro de atención del aula al exterior. Considero que es bueno dar visibilidad a lo que hacen nuestros alumnos, pero un tremendo error estar constantemente buscando eso.
Un profesor que tiene como principal objetivo dar a conocer las magníficas actividades que realiza o los materiales que elabora –ser mediático-, ha perdido el norte.
Es un peligro para el aprendizaje de sus alumnos pues, en lugar acompañarles, en ese proceso, les está utilizando para sus propios fines.
Concretando unos objetivos mínimos
Como docente de una asignatura de letras, me he marcado una serie de metas para este año académico. Unos objetivos que, con independencia de otros que logre desarrollar, he de cumplir a final de curso.
En concreto son cuatro: mejorar su expresión oral y escrita, ayudarles en el desarrollo de cierta capacidad para relacionar aspectos del pasado con el mundo de hoy, fomentar su iniciativa personal en el proceso educativo y lograr que disfruten aprendiendo historia.
A lo largo de un año son muchas las cuestiones que se pueden trabajar con el alumnado. No en vano, debido a su edad, absorben nuevos contenidos y modos de hacer con más facilidad que los adultos. Sin embargo, como profesor de una asignatura de letras, pienso que estamos perdiendo el tiempo si su capacidad de expresión oral y escrita apenas mejora al pasar por nuestras aulas. Y algo similar sucede con los otros objetivos a los que me acabo de referir.
Los profesores que desarrollamos flipped learning en nuestra asignaturas corremos el riesgo, por ejemplo, de terminar haciendo manualidades para ocupar el tiempo que han dejado libre las explicaciones. Sinceramente, y sin intención de despreciar el arte de dibujar y decorar, no creo que estemos para eso. De vez en cuando será bueno, incluso necesario, pero sin perder de vista objetivos más ambiciosos.
Totalmente de acuerdo Carlos. Por eso conviene que continuamente evaluemos… también nuestro desempeño como docentes. Queriendo hacer las cosas del mejor modo posible podemos equivocarnos también. Una de las ventajas de trabajar en equipo con nuestros compañeros es que es más difícil que nos ensimismemos.