Llevo todo el curso impartiendo talleres y participando en formaciones sobre flipped learning y he ido comprobando una serie de dudas e incertidumbres del profesorado que se convierten en repetitivas y que demuestran que existe una imagen y una idea del flipped que no se corresponde del todo con el concepto que tenemos quienes desarrollamos el modelo, ni con las implicaciones que observamos en el aula. De tal forma que he comprobado que existen tres «noes» que tranquilizan al profesorado y que aclaran bastante el concepto y las implicaciones y porque he observado cierta intranquilidad cuando trabajamos y conocemos herramientas y aplicaciones y comentamos la importancia del vídeo y caras y gestos de satisfacción y de aprobación cuando comprueban que lo importante es el aula y las actividades que se desarrollan en ella para conseguir el aprendizaje del alumnado.

Porque el flipped learning no es sólo vídeos. El vídeo es sólo una herramienta, un instrumento que permite varias cosas.

  • presentar los contenidos de manera más atractiva, motivadora y, sobre todo, cercana al «lenguaje» de aprendizaje del alumnado.
  • controlar y verificar quiénes lo ven y usar este hecho para valorar el trabajo del alumnado
  • comprobar en qué cuestiones flaquean más y poder centrarnos en la clase en esos temas
  • aprovechar mejor el tiempo de clase al haber introducido lo más importante del tema
  • poder utilizarlo para repasar
  • y, de esa manera, poder darle la vuelta a la clase, la enseñanza y el aprendizaje

Por todo eso es útil, no por el vídeo en sí como recurso obligatorio e imprescindible.

Porque el flipped learning no es sólo tecnología. La tecnología nos da infinitas posibilidades: nos acerca al alumnado, introduce el mundo en el aula y saca lo que se hace en ella fuera de sus cuatro paredes. La tecnología, en definitiva, evita el aislamiento de la Escuela y permite una comunicación más ágil entre los protagonistas del proceso de aprendizaje. Pero sigue siendo un recurso más, muy útil si podemos contar con ella, pero si no tenemos recursos o conectividad ni mucho menos puede convertirse esto en una excusa para no desarrollar metodologías activas. Lo que hay que hacer es poner la tecnología al servicio del aprendizaje y no al contrario que es lo que muchas, demasiadas, veces pasa. En definitiva, la tecnología es útil si nos ayuda a que el alumno sea más competente y autónomo, pero nos distrae de ese objetivo cuando ella misma se convierte en él.

Porque el flipped learning no es dejarlo todo en manos del alumnado. Esto puede resultar un contrasentido si entendemos que uno de los objetivos del flipped learning y de las metodologías activas es hacer al alumnado protagonista de su aprendizaje, pero es algo que retrae a muchos docentes porque no entienden todavía del todo el nuevo papel de los docentes en el proceso de aprendizaje de su alumnado. Al alumno no se le deja sólo, se le guía, se está más pendiente de él porque la dinámica de trabajo en el aula se modifica, se le conoce mejor. Por tanto, nuestro papel como docentes considero que es ahora, y con este modelo, mucho más importante porque estamos fomentando  la autonomía y el empoderamiento del alumnado pero con nuestros consejos y orientaciones. El flipped no es dejarlos solos, sino acompañarlos hasta que veamos que pueden desenvolverse de manera autónoma, ir soltando el control del aprendizaje para que lo vayan cogiendo ellos y que de esa manera se conviertan en ciudadanos críticos, responsables, participativos, autónomos y competentes. Los docentes nos convertimos entonces en creadores de un andamiaje duradero y sólido y en una especie de red de seguridad para el desarrollo personal de nuestro alumnado. ¿Alguien da más?

En conclusión, el flipped no es apariencia. Estos tres «noes» demuestran claramente que es un modelo que crea un proceso de aprendizaje largo, duradero y seguro.

Os dejo también la infografía sobre los tres NO: