En este post reflexionaré sobre el Wi-Fi y la exposición de los niños en la escuela y en sus hogares, y su vinculación con la clase invertida. Según datos recogidos de la Fundación Vivo Sano (http://www.vivosano.org/), en España, encontramos alrededor de unos seis millones de niños de entre tres y dieciséis años cuyos centros escolares tienen conexión Wi-Fi. Es común hoy encontrarnos con información acerca de las consecuencias para la salud que esta exposición supone y también sobre los beneficios educativos que las instituciones educativas se plantean en su proyección hacia una formación más integrada al mundo actual mediante acceso a tecnologías de la información y comunicación.

Vayamos por partes. Por un lado la Organización Mundial de la Salud (OMS), a través de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), alerta del ‘posible’ riesgo en la salud de quienes están expuestos a radiaciones electromagnéticas (teléfonos móviles, Wi-Fi, etc). Concretamente, los niños son particularmente sensibles a estos campos electromagnéticos, y el período de exposición, empezando a tan corta edad, es muy prolongado y acumulativo (Davis, 2015)[1].

Desde el punto de vista educativo, y en consonancia con lo que el flipped classroom plantea, el tiempo de clase ha de ser destinado a la realización de trabajos de manera colaborativa (aprendizaje basado en tareas, en proyectos, juegos) y no tiene de manera implícita el uso de red inalámbrica para llevarse a cabo en clase. Por el contrario, sí es necesario que para que esta metodología pueda darse, el alumnado deba visionar videos y realizar tareas online desde sus hogares.

¿Entonces cómo podemos funcionar atendiendo a los riesgos y a las ventajas? Desde mi papel de educadora y atendiendo a la investigación sobre la materia, es imperativo adoptar una postura respecto a lo que inquieta a la sociedad en relación a temas educativos. La aplicación de flipped learning no necesariamente está vinculada a la alta exposición de los estudiantes a radiaciones electromagnéticas. Flipped learning es la posibilidad de alumnado activo en clase resolviendo cuestiones aprendidas, aplicando conocimiento, aprendiendo mediante el hacer. Si bien, habría que regular la frecuencia a la exposición al Wi-Fi y otras herramientas tecnológicas de los estudiantes en los centros educativos, también habrá que concienciar a los hogares sobre todos estos aspectos para que contribuyan también al uso de los mismos en su justa medida, evitando largas exposiciones continuas.

En la regulación se puede encontrar el punto medio donde converjan ambas posturas y sean la salud y la educación beneficiadas.