En una serie de artículos que he leído de Karl Fisch desgrana distintos aspectos que rodean a la educación y que influyen directamente o indirectamente en el éxito de los estudiantes y en la forma en la que el aprendizaje se «materializa» en sus vidas. El autor cuestiona en su blog aspectos tan importantes como el curriculum, la comunicación de notas o resultados, la relación con las familias, la motivación, la organización del aula y, finalmente, la importancia de la gestión del tiempo en clase.

Ha sido este punto el que más me ha interesado ya que viene a demostrar, una vez más, que el modelo flipped classroom defiende y aboga por la personalización del aprendizaje y convertir el aula en un espacio en el que los estudiantes puedan aprender no solo ellos mismos, sino también con compañeros y con el profesor. Es, en definitiva, un modelo pedagógico más social, más inclusivo, más personal.

El autor pone en duda el sistema educativo actual ya que considera que está más centrado en la escuela que en la perspectiva del alumno. Y eso es indudable: en una tradición eminentemente industrializada, el tiempo del profesor se convierte en un «producto» a consumir y en una «tarea» a desarrollar con sus «clientes» que son los alumnos. El alumnado no es partícipe directo ni tampoco se fomenta una actividad activa para poder desarrollar plenamente las habilidades de los estudiantes que no solo se limitan a escuchar y entender (LOTS). Si, por el contrario, pensáramos en dedicar más tiempo en clase a personalizar el aprendizaje nos moveríamos hacia las habilidades de orden superior o HOTS.

 

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Y es este punto el que más me preocupa: debemos aplicar un modelo en el que la gestión del tiempo en clase sea lo más productivo y eficaz posible a la vez que aportamos elementos de motivación con herramientas digitales que nos ayuden en ese proceso, favoreciendo el aprendizaje móvil desde cualquier lugar y en cualquier momento. El modelo flipped asegura que el tiempo del aula es para aprender, crear, compartir, debatir, ser críticos y desvirtuar el concepto tradicional de que el horario escolar es sinónimo de horario de aprendizaje: la escuela de hoy en día va mucho más allá y derriba las paredes que «limitan» dicha interpretación. Esa es la razón pues por la que el tiempo del aula se considera aprendizaje formal con el modelo flipped ya que el alumno tiene todas las herramientas y recursos tanto humanos como técnicos para llevarlo a cabo. La instrucción directa no asegura el aprendizaje ya que no incide ni se preocupa por la atención individualizada que es lo que garantiza el comienzo del aprendizaje. No podemos limitarlo (o tal como se entiende) a un porcentaje ínfimo de tiempo durante el año de un estudiante: un 14% anual lo pasan en el colegio.

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Con la clase invertida el tiempo de aprendizaje aumenta considerablemente ya que no solo se lleva a cabo en clase sino que también los alumnos han preparado las clases previamente y les han dedicado más tiempo del que lo harían si asistiesen a clases tradicionales. Necesitamos elaborar sesiones en las que lo prioritario no sea cumplir con un horario, unas clases; debemos centrarnos en el aprendizaje que no acaba cuando llegue la hora siguiente, desconecto y a la siguiente materia y así sucesivamente durante semanas, meses, años… La clase invertida junto con el ABP nos asegura un elemento fundamental en todo aprendizaje: hacerlo real y convertirlos en protagonistas. Nuestros estudiantes quieren aprender, descubrir y narrar cosas usando las herramientas de su vida cotidiana y guiados por un profesor que les emprende hacia una aventura fascinante. El modelo «one size fits all» ha desaparecido o debe desaparecer de la escuela actual.

Finalmente, la escuela ya no tiene como misión enseñar cosas porque internet lo hace mejor debido a que el lugar de aprendizaje de los alumnos no es únicamente el colegio, sino todo su entorno, diariamente. Así pues, los profesores nos hemos bajado de la tarima para conducir a los estudiantes durante el proceso de aprendizaje, dándoles la oportunidad de elegir cuándo quieren aprender y de qué forma. Un ecosistema educativo actual que requiere de un profesorado capaz de afrontar los retos que no solo la sociedad le impone, sino los que sus alumnos le ofrecen diariamente. La gestión del tiempo no debe estar centrada en la escuela, sino en el alumno para lograr que nuestra experiencia docente sea más fructífera, más real, más personal.

 

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