Tengo el privilegio de ser el primero en escribir una entrada aquí tras el III Congreso Europeo de Flipped Classroom. Sin embargo, es al mismo tiempo todo un reto, pues después de lo sucedido en Madrid uno corre el riesgo de irse por las ramas. Por ese motivo voy a dedicar las siguientes líneas a desarrollar parte de la explicación de la experiencia que no puede mostrar en el FlipCon. No me fue posible hacerlo porque no resulté ganador del premio de Secundaria y Bachillerato, y eso fue así porque la experiencia «rival» TopQTen era realmente buena.

IMAGINA. CREA. DIFUNDE.

De un tiempo a esta parte cada vez son más las voces que defienden la necesidad dar un mayor protagonismo a la imaginación del alumnado en el proceso de aprendizaje. Otra cosa distinta es que, la mayor parte de las veces, eso se quede en meras palabras; es políticamente correcto hablar de ello. De igual manera, las evidencias muestran que una metodología activa es más eficaz que la actitud pasiva en el aula en medio de un sinfín de clases magistrales.

En definitiva, del «Imagina. Crea. Difunde», lema de mi asignatura de 1º Bachillerato, puedo defender sin problemas los dos primeros términos. Sin embargo, aunque también hay docentes partidarios de la difusión, encuentro más dificultades para hacerme entender. Había planteado el FlipCon17 como escaparate para someterlo a la crítica de un profesorado comprometido e innovador. Sin embargo, el gran proyecto de Elí Gómez, Sonia Vara y Jorge Moya me lo impidió.

RAZONES PARA DIFUNDIR

Empezaré mi defensa del papel de la difusión en el aprendizaje de menos a más; es decir, dejando el principal motivo para el final:

  1. Motivación. Cuando los alumnos comprueban que, personas ajenas al centro educativo, leen lo que escriben en el blog de la asignatura, descargan los cómics que han elaborado o retuitean lo que han escrito dentro de un proyecto realizado en Twitter, se sienten más valorados y se dan cuenta de la calidad que tiene el trabajo que realizan. Las interacciones, y más cuando vienen de expertos en la materia -profesores de otros institutos y colegios, miembros de un departamento universitario o museos, por ejemplo- favorecen enormemente el incremento de su motivación y, por tanto, su forma de percibir la asignatura.
  2. Destrezas. Considero que el futuro laboral que les espera a nuestros alumnos exige que sean capaces de vender, ya sea porque se dediquen a la comercialización de productos, porque representen a una marca o porque deseen ser contratados por una empresa y para ello deban dar a conocer sus méritos; y es bastante probable que un alto porcentaje de esa actividad se desarrolle en la red. En ese sentido, considero que dejar de lado la capacidad para difundir -o persuadir, si preferimos esa palabra- es hacerles un flaco favor de cara a su futuro.
  3. Auto-evaluación y reflexión. A la hora de dar a conocer su trabajo, el alumno no ejerce simplemente de altavoz. Para «vender» ha de saber cuáles son los puntos fuertes y débiles de lo que han elaborado, pues será en los primeros en los que deberán apoyar su labor de persuasión. Eso tiene dos consecuencias que, desde mi punto de vista, son los elementos más importantes de esta defensa de la difusión.

a. La primera es que, de algún modo, evalúan su trabajo y extraen conclusiones de cara a futuras ocasiones. Esto es muy importante pues, por desgracia, están acostumbrados a fijarse solo en la nota, sin detenerse demasiado en los errores o en sus propios méritos. La auto-evaluación les ayuda, tanto a no tropezar de nuevo con la misma piedra, como a ser conscientes de sus capacidades.

b. La segunda consecuencia tiene que ver con la reflexión que se hace sobre los contenidos del «producto» final. Es decir, pararse a pensar en los puntos fuertes y débiles del trabajo les obliga a repasarlo y, por tanto, afianza sus conocimientos.