“Were all instructors to realize that the quality of mental process, not the production of correct answers, is the measure of educative growth, something hardly less than a revolution in teaching would be worked.”

La revolución en la educación se dará cuando los profesores se den cuenta de que un puñado de respuestas correctas no es la medida del crecimiento educativo, sino la calidad de los procesos mentales.

Para Dewey, el punto medio entre las dos corrientes de pensamiento de su época es el correcto. Por un lado, tenemos a quienes entienden la escuela como el lugar y el momento en que los estudiantes maduran, centrándose en el currículo y una serie de conocimientos que el estudiante tiene que aprender de forma muy pasiva.Para el autor, esos conocimientos deben ser acordes con los intereses de los estudiantes para que la educación sea efectiva.

La segunda corriente de pensamiento de su época minusvalora tanto el rol del profesor como la importancia de los aprendizajes para centrarse únicamente en el niño, lo cual tampoco es, según el autor, beneficioso. El punto medio es el ideal, hay que encontrar la medida. El currículo por un lado y el alumno por el otro son los dos límites del mismo proceso. La idea es que unir ambos supone enlazar como la experiencia con el pensamiento en lugar de sólo utilizar el cerebro. De esta forma, los sentidos adoptan un papel muy importante desde el momento en que nos ponen en contacto directo con la realidad, lo abstracto se convierte en algo concreto que nos implica más, nos hace más activos e involucrados en la tarea.

Estas afirmaciones fueron la base del aprendizaje basado en problemas, tan utilizado hoy en día, que facilita la consecución de aprendizajes desde la búsqueda activa, más que desde la absorción pasiva de los hechos.