Hace pocos meses muchos de nosotros escuchamos hablar por primera vez de Guillén y de sus 22 maestros, si no has tenido la oportunidad de leerlo, te animo a hacerlo en este link.
Además de ser una historia tierna y conmovedora, para los que nos dedicamos a la educación supuso una bocanada de aire fresco entre tanta noticia negativa y Javier Mur, el maestro de Guillén, un ejemplo. Primero porque logró que Guillén siguiera aprendiendo, pero también porque consiguió que sus otros 22 alumnos aprendieran más y mejor. Consciente, o no, Javier Mur supo hacer de una dificultad una mejor experiencia de aprendizaje para sus alumnos.
Los alumnos de Javier mejoraron porque fueron ellos los que enseñaban a Guillén, así que ¿por qué no flippear la clase donde el que flippea sea un alumno o un grupo de alumnos?
En la UCV llevamos un par de años llevando a cabo una experiencia de este tipo y el resultado es cada vez mejor. Los alumnos que van a flippear la clase para sus compañeros sienten gran responsabilidad pero también ilusión por el proyecto. Desde la “investigación” para convertirse en expertos hasta el momento de la grabación final, todo está cuidado.
En esta primera fase conseguimos que el alumno-maestro aprenda mucho más y mucho mejor, como los maestros de Guillém, después todo depende del tipo de actividades que se planteen y de la guía-ayuda del maestro para que una vez en la clase todos saquen el máximo provecho de la experiencia.
Tiene toda la lógica invertir al profesor y dejar que enseñen los alumnos. ¿No es enseñar la mejor forma de aprender?