A todos los que amamos esta profesión de la enseñanza creo que nos recorre un pequeño escalofrío cada inicio de curso. Se renuevan las fuerzas y las ilusiones, pero nos queda la incertidumbre de no saber qué nos espera. Aunque llevemos muchos años en el mismo centro y más o menos conozcamos a la mayoría del alumnado, no sabemos muy bien cómo han pasado el verano, qué cambios físicos han tenido y con qué nuevas actitudes van a llegar a las aulas. También tenemos la incertidumbre de si los métodos y tratamientos de contenidos que han funcionado en el pasado volverán a funcionar el presente, si tendremos la flexibilidad mental de adaptarnos a tiempo a las necesidades que puedan surgir…
Lo que sí está claro es que volveremos a incidir y a poner en práctica una metodología activa. Invertir nuestra clase para acercar cada vez más a nuestro alumnado a un proceso de enseñanza aprendizaje más activo y cercano. Nuevos materiales, nuevas ideas… Perfeccionamiento de lo que ya tenemos y buscar sin descanso aquello que nos pueda encajar mejor en nuestras clases. Y reflexión continua de lo que supone nuestra labor y preguntarnos ¿qué? ¿por qué? ¿cómo? ¿para qué? Esa duda “existencial” que debe servir como motor para no estar satisfechos con lo realizado hasta ahora para no caer en la monotonía y al autocomplacencia. Ser activo en cuanto a lo que es la práctica docente supone el no estar seguro de nada, pero es una inseguridad sana y productiva porque igual que nos podemos equivocar, también el acierto es grande.
Ánimos y fuerzas renovadas para afrontar una nueva aventura cargada experiencias, intercambios y conocimientos. Como siempre digo… ¡VAMOS A TOPE!!!!
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