Como docente que desarrolla el modelo flipped en sus asignaturas, considero que lo importante es lo que sucede en aula.

Los vídeos que subimos a la red no son más que un apoyo en la tarea de aprendizaje. Una herramienta que nos abre la posibilidad de sacar la teoría de la clase para dedicar ese tiempo a otras tareas donde los alumnos, normalmente, toman un rol más activo.

Teniendo en cuenta que, en los siguientes párrafos, voy a hacer hincapié en la importancia de hacer vídeos de cierta calidad técnica, me gustaría dejar clara esa idea: la clave no está en YouTube, sino en el aula.

Es más, hay profesores cuyo material audiovisual deja bastante que desear y en cambio son auténticos fueras de serie en el modelo flipped. No me cabe duda de que eso vale mucho más que las florituras hechas con Movie Maker, iMovie, Pinnacle Studio y tantos otros programas de edición.

Una experiencia de seis meses

Acabo de consultar en mi canal la fecha del primer vídeo que elaboré pensando en la metodología de la clase del revés. Es del 10 de febrero de 2010, dura veintitrés minutos y está dirigido a alumnos de 4º de ESO. Si no recuerdo mal, tardé treinta y cinco minutos en confeccionar la presentación que aparece en la pantalla, y media hora en grabar el audio y montarlo con iMovie.

Da la casualidad que ayer terminé una clase dedicada al Arte Románico orientada a alumnos de 2º de ESO. La duración es ligeramente menor a los once minutos y, entre la presentación del fondo, grabar mi cara mientras hablo y montarlo todo, he tardado seis horas y media.

A diferencia de mi primer vídeo, compuesto solo por dos tomas, este cuenta con más de cincuenta.

Entre ambos vídeos solo hay seis meses de diferencia, muchas experiencias nuevas dentro del modelo flipped y, sobre todo, cinco horas y media más de trabajo. Supongo que, a estas alturas, casi todos os estáis planteando si merece la pena. Mi respuesta es afirmativa, y la emito sin pestañear.

Motivos para dedicarle horas a tus vídeos

El gran cambio se inició el día 4 de abril. A la vuelta de Semana Santa mis estudiantes descubrieron que su profesor estaba en YouTube, dando la cara e incluso haciendo alguna que otra broma para amenizar la explicación. Y todo eso con un nivel de calidad técnica que, si bien es muy mejorable, puede calificarse de aceptable para estar hecho con «medios caseros».

No nos engañemos, nuestros alumnos hace tiempo que han dejado de chuparse el dedo. Saben diferenciar perfectamente si un trabajo se hace “deprisa y corriendo” o con dedicación y esfuerzo. Y, lo más importante, su correspondencia va acorde a lo que reciben.

Ellos son el primer y principal motivo por el que merece la pena multiplicar el tiempo de elaboración de los vídeos. Lo cierto es que no tuve que esperan mucho: el 5 de abril ya habían empezado a cambiar cosas en el aula: me miraban de otra forma; trabajaban de otra manera.

La segunda razón, claro está, es el docente. El tiempo dedicado se queda en una anécdota cuando, una vez terminado, lo visualizas completo. Evidentemente, esa satisfacción se multiplica al ver la reacción de algunos estudiantes. Seamos sinceros, a quién no le gusta que valoren su trabajo y que, gracias a él, empiecen a interesarse más por los contenidos de la asignatura.

Estoy terminando mi cuarto artículo en una página que es referente del modelo flipped en España ¿Hubiera sido posible eso si no hubiera cambiado mi forma de hacer los vídeos? Pienso que no. Con presentaciones sencillas y una voz en off es bastante probable que tampoco hubiera entrado en contacto con ese magnífico grupo de profesores con los que converso casi a diario en Twitter.

Ese es el tercer motivo por el que compensa dedicar más horas a los vídeos: la red y sus habitantes te toman más en serio.

Por último, a modo de cuarto motivo, señalaría la íntima relación que existe entre dedicación y brevedad. En ocasiones he oído decir que un discurso poco preparado puede alargarse en exceso porque el ponente, al no tener un esquema claro, divaga y se va por los cerros de Úbeda. Pues bien, con los vídeos sucede exactamente lo mismo.

No solo quiero hacer hincapié en la calidad técnica de las lecciones que subimos a la red, sino también en el esquema y las palabras que vamos a utilizar para desarrollarlo. Un buen trabajo en esa línea conducirá a un audiovisual que, sin sacrificar contenidos, dure menos. Y eso los alumnos lo agradecen.

Vuelvo al comienzo: lo importante sucede en el aula, no en YouTube. Sin embargo, es necesario reaccionar ante una sociedad que, en ocasiones, pone en cuestión la profesionalidad de los docentes. Quizá no sea mala idea empezar por los instrumentos que más visibilidad pueden dar a nuestro trabajo, y entre ellos se encuentra, sin duda, el vídeo.