Esta no es una colaboración sobre aplicaciones, herramientas, metodologías o estrategias de aprendizaje. Es una entrada sobre la Escuela.

Como sabéis, el pasado 15 de marzo se produjo una movilización mundial, básicamente estudiantil, contra el cambio climático que está coincidiendo con un momento del curso en el que tanto en 1º como en 3º de ESO vamos a tratar los problemas medioambientales y, como siempre, vamos a usar el modelo flipped: verán un vídeo sobre el tema y otro sobre los objetivos de desarrollo sostenible y desarrollarán actividades de design thinking para analizar problemas y plantear soluciones a la desastrosa situación de nuestro único planeta. Y todo esto me lo permite el modelo flipped, al poder centrarme en estos aspectos más cercanos a los problemas reales.

Pero no quiero seguir por ahí. Sería más de lo mismo. Quiero reflexionar sobre el hecho de que necesitamos una Escuela pegada a la realidad, que trate los problemas reales, las desigualdades, la diversidad, la inmigración, el cambio climático. La vida. Todo esto y conseguir que nuestros alumnos sean ciudadanos responsables y educados deberían ser los ejes de nuestro currículo.

Porque muchas veces nos enredamos en nuestros propios árboles metodológicos y nos olvidamos de lo esencial, el bosque, algo en lo que estoy de acuerdo con algún “nuevo y reciente Gurú” como Dewey sobre que hay que enseñar para la vida y de que no hay un método cerrado, sino más bien tener claro que la experiencia, la práctica y el compromiso deben guiar el aprendizaje.

Pero todo esto es muy difícil y complicado cuando la estructura escolar nos lleva por otros derroteros completamente contrarios: currículos excesivamente cargados, materiales cerrados (libros de textos) y preocupación (de alumnos, familias y docentes) sólo por los resultados (exámenes). Cuando el alumnado está más preocupado por lo que entra o no en un examen o por qué nota sacan, las familias están porque no pierdan clases para “hacer huelgas por tonterías” o el profesorado por terminar los temas del libro de texto aunque sus alumnos parezcan recipientes o papagayos, es muy difícil. Y no nos engañemos, el desarrollo de la innovación y de las metodologías activas es sólo la punta de un iceberg muy profundo.

Por eso, me siento tan agradecido a un modelo y unas metodologías que me han permitido liberarme de esos lastres y que permiten ir haciéndoles ver a mis alumnos que es posible aprender, experimentar, pensar, evaluar y… ser de otra forma.

En definitiva, creo que es fundamental y urgente decidir qué Escuela queremos y qué alumnos queremos y ponernos de acuerdo en ello, porque como con lo del clima, hay que actuar ya para ganar el futuro.