De igual modo, el cerrajón pedagógico que supone encerrarse en un libro de texto y convencerse de que el temario «se ha dado» cuando se llega al último tema del libro, no deja de ser, como menos, paradójico. Y con esto vuelvo al modelo SAMR, que junto al flipped classroom, pone al alumno en el centro del escenario educativo, con las mismas herramientas que los docentes usamos para preparar y crear unidades, pero con la diferencia que les separa de nosotros: la especialidad.
No es de extrañar que no solo alumnos, sino familias sean reacios a modelos innovadores porque también les pone a ellos en el centro del proceso. Así, los deberes dejan de ser meras actividades de procesos repetitivos en donde se reincide sobre lo aprendido, continuando con las mismas destrezas cognitivas que han estado trabajando en clase. Me gusta que los alumnos perciban la «preocupación» de un trabajo bien hecho, porque han invertido su tiempo, dedicación y esmero en que al final salga un producto importantísimo para ellos: su aprendizaje.
Es por ello por lo que me sentí retado por mis alumnos de 3ESO a la hora de trabajar los textos literarios y sus figuras retóricas. Lo apasionante de la Literatura es que está presente cada día entre nosotros y nos hace emocionarnos continuamente. No he recurrido esta vez a textos clásicos ni a repetidas estrofas que suelen aparecer en los libros de textos. En esta ocasión, han sido ellos quienes han trabajado sus propios textos visualizando anuncios y aportando a clase sus percepciones acerca de las figuras retóricas presente en ellos.
Con experiencias como esta, me reafirmo en que debemos poner todas las herramientas posibles que disponemos para presentar proyectos que demuestren las habilidades reales del alumnado en el siglo XXI; debemos ponerlos ante sus propios retos para puedan afrontarlos con las competencias que realmente necesitan para desarrollarse personal, académica y profesionalmente.
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