Hay muchas razones para invertir nuestras clases pero posiblemente ninguna tan significativa como el intentar hacer de la escuela un lugar más justo.

Todos sabemos que una “buena educación” es la llave que abre las puertas de un futuro mejor y por eso queremos que todos nuestros niños y jóvenes con independencia de su procedencia y condición reciban esa “buena educación”. La pregunta pues sería ¿ofrece la escuela española del S.XXI igualdad de oportunidades a niños de clases medias-altas y a niños con orígenes menos favorecidos?

La respuesta la encontramos en el siguiente gráfico donde se muestra que el nivel socioeconómico de los padres es determinante en la formación, empleo y renta de los hijos. Es decir, hoy por hoy, la escuela no consigue ofrecer esa “buena educación” que debería ofrecer igualdad de oportunidades a todos los estudiantes.

http://www.eldiario.es/piedrasdepapel/Igualdad-oportunidades-Desigualdad-Espana-Europa_6_473212681.html

Sin duda, hay muchas razones para este fenómeno, la mayor parte de las cuales no dependen de los docentes, pero sí que podemos aportar nuestro grano de arena y con certeza ese grano será verdaderamente importante. Para facilitarnos esa tarea contamos con la clase invertida porque, como veremos a continuación, es un método que contribuye directamente a minimizar esa desigualdad.

Volvamos al modelo de escuela tradicional, explicación en el aula y en casa los estudiantes deben hacer los deberes, práctica. Imaginemos que la lección de hoy son las ecuaciones: el profesor explica en clase y rellena con maestría la pizarra de fórmulas y demostraciones mientras los alumnos observan, copian y “aprenden”. Ya en casa, el estudiante debe resolver las ecuaciones, llega ahora el momento de poner en práctica los conocimientos aprendidos y es aquí cuando surgen las dudas y cuando más ayuda precisa el estudiante.

Imaginemos que un alumno A tiene dudas, no sabe resolver por sí mismo la ecuación. Si el alumno A tiene la suerte de contar con padres con estudios que saben ayudarle no hay problema, le enseñan y con su ayuda el alumno supera esa dificultad.

El alumno B se encuentra en la misma situación que A, pero sus padres no saben ayudarle, sin embargo, los progenitores de B cuentan con recursos suficientes para costearse un profesor particular para B. De nuevo, el alumno B recibe ayuda y ha podido solventar el problema.

Por último, tenemos a su compañero C, que, en la misma situación carece de padres que sepan ayudarle y de medios para pagar ayuda, C lo tiene muy complicado.

Vayamos ahora al modelo de clase invertida, como ya sabemos la “explicación” se da en casa, a través de videos u otras fuentes, y la puesta en práctica de los conocimientos se realiza en el aula.

Volvamos a nuestros estudiantes A, B y C, de nuevo los tres tienen dudas, los tres son incapaces de resolver las ecuaciones por sus propios medios, los tres precisan ayuda. Pero ahora están en el aula, y ahora está el maestro/profesor para asistirles, a los tres, con independencia de circunstancias personales, origen y posición social.

Con esto no se pretende decir que la flipped classroom vaya a acabar con el fracaso escolar, pero sí que puede significar una diferencia para aquellos estudiantes que carecen de medios aunque no  de capacidad e interés.