Hace ya unos cuantos años que trato de buscar una justificación a esa prueba o examen que supone el punto final de un trimestre. Pienso que el proceso es igual o más importante que un resultado final. Y lo pienso porque si el proceso está bien desempeñado, casi con toda probabilidad, el resultado final estará acorde a ese buen recorrido de aprendizaje. Al revés, no siempre sucede, es decir, estudiar para un examen final va asociado, la mayoría de las veces, a un aprendizaje puramente memorístico, de modo que la retención de contenidos suele desvanecerse con el paso del tiempo (relativamente corto).

Coherencia del proceso de aprendizaje en el examen final

Es por estas razones que planteo a mis alumnos un examen final a tres bandas, tratando de repartir ese ejercicio final de evaluación en tres bloques que reflejen mejor no solo lo que hemos dado durante el trimestre, sino también cómo lo hemos trabajado: una parte individual competencial (50%), una parte de conceptos (20%) y una parte que deben resolver en equipo (30%). Creo que con ese reparto de tareas finales, mi alumnos ven que hay una coherencia con su proceso de aprendizaje, especialmente con el modo de trabajar durante toda la evaluación: si han trabajado en grupo durante gran parte del trimestre, ¿no tiene sentido valorar, en esa prueba final, sus destrezas grupales?

Obviamente, ese ejercicio en grupo tiene que estar adaptado al tiempo limitado que exigen los finales de trimestre. Con todo, creo se pueden hacer cosas muy interesantes y lograr no solo motivar a los alumnos, sino que estos vean esa coherencia a la que hacía referencia más arriba.

Investigar, discutir, resolver

¿Qué formato utilizo en esa parte grupal? En mi caso, les planteo situaciones que tienen que investigar, discutir y resolver. En este trimestre, por ejemplo, mis alumnos de Biología de 4º de ESO han tenido que resolver un caso, dando su respuesta, tras consensuarla, en grupo. Yo fui pasando por los grupos para ir observando cómo trabajaban, si iban bien encaminados o no, cómo aportaban, cómo escuchaban, cómo intervenían… Puedo asegurar que resulta muy reconfortante verles tan metidos en el ejercicio, desempeñando el papel de científicos que tratan de encontrar las opciones más adecuadas al caso que se les plantea.

Examen final en grupo En otra ocasión, los alumnos se convierten en agentes del FBI que tienen que resolver un caso de asesinato, para lo cual tienen que rellenar los árboles genealógicos de tres familias. En concreto, tras facilitarles algunas pistas, tienen que averiguar los grupos sanguíneos rh y AB0 de cada miembro de la familia, además de indicar, también, si es hemofílico o no. Todo un jeroglífico en el que se requiere conocer y aplicar los mecanismos de herencia de estos tres caracteres y poner en práctica las dotes de intervenir en un grupo de trabajo para lograr dar con el asesino.

La importancia del cómo se trabaja

Creo que con estas actividades finales, los alumnos disfrutan aprendiendo. Ven que no solo lo que se trabaja, sino también cómo se trabaja durante la evaluación tiene una continuidad en la meta volante que es el examen final de trimestre. Si, además, contextualizamos esos casos en situaciones reales y ven la aplicabilidad y utilidad en un caso que refleja a realidad, lograremos un aprendizaje significativo muy eficaz.