Siempre me ha sorprendido el hecho de que nuestras escuelas no terminen de ofrecer a nuestros alumnos todas las herramientas que estén a su alcance para desarrollar la tarea más importante y esencial que se nos encomienda como educadores: el aprendizaje. Aún así, el aprendizaje que se desprende desde los centros educativos no termina de despegar, entendiendo por aprendizaje en conjunto de destrezas y habilidades cognitivas y materiales que preparen a nuestro alumnado para la sociedad de la información y la comunicación. Me sorprende, y mucho, que desde la Administración educativa competente no se termine de tomar en serio este aspecto y estemos retrasando injustificadamente la inclusión de las nuevas tecnologías en el aula como herramientas para facilitar el aprendizaje.

Porque nuestros estudiantes están conectados. Están conectados entre ellos y con el mundo que les rodea. Los nodos de conexión que se establecen están carentes de identidad personal pero les enriquece en su aprendizaje; un aprendizaje que ellos mismos seleccionan. La escuela debe reformarlo todo porque esa reforma es una actualización obligada dada por las fuentes que nuestros chavales usan para obtener información y, por ende, aprender. Es entonces cuando desde el entorno educativo debemos ofrecer las competencias necesarias para que ese aprendizaje se canalice para desarrollar un curriculum más abierto, flexible y paralelo en la línea de tiempos líquidos que estamos viviendo. Es irónico que los estudiantes deban «guardar» sus teléfonos móviles en sus mochilas cuando entren a clase, en este caso, les estamos invitando a que accedan a un entorno anacrónico en el que se obvia el uso de dichos dispositivos por la escasa formación docente en competencia digital o el temor a no saber gestionar las eventualidades que puedan surgir. Es muy ilustrativa la cita de Piaget quien expuso que «el principal logro de la educación en las escuelas debe ser crear hombres y mujeres que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente repetir lo que generaciones anteriores lograron«.

El artículo sobre el que he basado mi reflexión aporta puntos tan interesantes como la elaboración de un decálogo en el uso del programa BYOD (Bring Your Own Device) para centros que no son económicamente potentes o la inclusión de un programa sobre el buen uso de las redes sociales en los adolescentes que aborda, por ejemplo, la formación sobre sexting entre los estudiantes. El uso de los móviles en el aula se retrasará tanto en cuanto el propio centro educativo no acepte sus excelentes posibilidades tanto para el profesor como para el alumnado. Esto se justifica por la época que nos ha tocado vivir, pero también adaptarnos. Bergmann & Sams nos sitúan en la «generación preinternet» que ha hecho posible que conozcamos una era de la educación analógica y unidireccional para dar el salto hacia una etapa digital y de comunidades de aprendizaje. Debemos gestionar toda esa ingente cantidad de información y conducir a nuestros alumnos a que creen su propio PLE (Personal Learning Environment) que vendrá dado por su PLN (Personal Learning Network). Sin embargo, y tristemente, seguimos empeñados en que, año tras año, nuestros alumnos continúen aprendiendo del mismo modo, de la misma fuente, desde la misma persona…

Finalmente, propondríamos que tanto los equipos directivos, los equipos docentes y las familias apostemos por ofrecer unas herramientas de aprendizaje variadas, concretas y motivadoras para nuestros alumnos cuando entren al colegio y no se les haga retroceder en el tiempo. Pretender decir que los móviles causarían problemas y distracción entre los estudiantes no es solo sino una excusa para no aceptar el cambio o proponer vías de aprendizaje alternativas. La aparición de la calculadora fue una innovación tecnológica en su momento y aún sigue vigente.

Para poder llevar esto a cabo, se nos ofrece el siguiente desarrollo estructurado en bloques:

1. Comunicación y acuerdo entre las familias y los estudiantes.

2. Elaborar una normativa o decálogo sobre el uso correcto y seguro de la red, etiquetado de entradas…

3. Estableceríamos rutinas sobre el uso de los móviles en el aula, por ejemplo, dejarlos boca abajo en una esquina del pupitre cuando no se estén usando con fines educativos.

4. Crearíamos unas reglas de uso que motivaría a los estudiantes a hacer un buen uso de ellos.

5. Incorporaríamos nuevas metodologías (flipped classroom, ABP…) que inviten a los alumnos a usarlos con propiedad y valorarían su uso educativo.

Debemos incorporar la tecnología en las aulas, pero también debemos incorporar su uso correcto como herramienta de aprendizaje y reunir todas las acciones necesarias para convertir a nuestros nativos digitales también en alfabetos digitales.

Fuente: Should cellphones be allowed in school?