El pasado mes de agosto, varios docentes que utilizamos de manera habitual el enfoque flipped nos lanzamos a contar, vía YouTube, nuestra forma de organizar el curso académico en las distintas asignaturas que impartimos. Debo de reconocer que aprendí mucho de la aportación de los restantes compañeros, y que he adoptado algunas de sus ideas a mi día a día en el aula.

En el siguiente vídeo puedes consultar el vídeo que aporté a esa iniciativa:

Y en los siguientes enlaces los dos artículos que, hasta la fecha, he escrito ampliando esa información:

Ahora bien, después de unos días en clase parece evidente que una cosa es la planificación del curso que uno realiza a finales de las vacaciones, y otra muy distinta la realidad y el día a día con un alumnado concreto.

Con esto no pretendo criticar nuestro empeño por organizar bien las actividades y los procedimientos de evaluación. Al contrario, considero que es condición sine qua non para un normal desarrollo de los siguientes nueve meses. El único objetivo de estos párrafos es mostrar la necesidad de adaptar esa planificación inicial a las circunstancias y peculiaridades del alumnado al que nos enfrentamos. Pues es evidente que, de un año para otro, los grupos con los que nos encontramos son muy distintos.

Aunque nos pueda costar cambiar nuestros planes tras haber dedicado varias horas a organizar el curso, la idea de adaptarnos a ellos, de darles el protagonismo, es la base del modelo inverso y de las metodologías activas en general. Un excesivo apegamiento a los propios planes podría resultar contraproducente y, por tanto, convertirse en una mala práctica educativa.

En definitiva, mi más sincera enhorabuena a todos los docentes que dedicaron unas horas en vacaciones a mostrarnos su planificación y que, una vez en el «mundo real», han sabido mejorar esa labor con los ajustes que requería la situación de sus estudiantes. Ese es, a mi juicio, el camino a seguir: preparar un posible escenario con los datos previos que tenemos y, una vez metidos en faena, ser capaces de reconocer los posibles errores y dar marcha atrás para corregirlos.