Estamos calentando motores y recordando qué pasa en el aula, cómo hacerse con los alumnos a quienes aún no conocemos, qué aporta cada cual y cómo gestionar la clase. Al inicio de curso nos replanteamos cómo superaremos las dificultades de tal o cual aula, en especial cuando nos previenen los profesores del año anterior (información realmente valiosa por todo el esfuerzo de adivinación que nos ahorra) en relación a lo que nos encontraremos.

En muchos centros, se comienza con pautas para reforzar actuaciones de los profesores ante situaciones diversas. A mi, particularmente, me gusta mucho asistir a estas sesiones porque siempre saco algo nuevo en claro que me ayuda mucho a mejorar, o al menos a intentarlo.

Todos nosotros hemos sido estudiantes y hemos vivido cómo cada compañero tenía su rol en el aula. En todas las clases está el/la que habla todo el tiempo, el/la que es muy calladito/a, el/la que se entera de todo lo que pasa en el aula, el/la que se aburre todo el tiempo… cada uno tiene su papel en clase, algunos más llamativos que otros.

El objetivo de esta entrada es tratar de darle una vuelta al rol del alumno que en clase no hace buenas aportaciones , buscando el lado positivo y utilizándolo para fines de ayuda al profesor y los demás compañeros cuando se pueda, y tirando la caña para pescar al que se aleja para integrarlo en el grupo.

Para ilustrar de alguna forma esta idea, podríamos pensar el roles que, a priori se presentan como negativos (el uso de las etiquetas tiene solo el fin de llegar a la idea de forma más sencilla, precisamente se trata de eliminar estas etiquetas dándoles la vuelta para que se conviertan en algo positivo)

El «parlanchín» puede ser un importante valor en clase si pactamos con él un número de intervenciones y si además le pedimos que trate  de apoyar a estudiantes a quienes cuesta intervenir; muchas veces, el hecho de estimular a sus compañeros a que hablen les ayuda a controlarse , sintiéndose protagonistas de forma indirecta.

El «apático» necesita que le demos un empujoncito. Para darle protagonismo y así estimular su actividad, puede ser interesante pedirle que registre información acerca de la actividad que estemos realizando (esto nos ayuda…;)). Es importante tratar de averiguar por dónde van sus intereses no sólo en contenido, sino también en metodología y tratar de ofrecer algo que le permita logros a partir de los cuales le podamos estimular.

En todas las clases está el «gracioso«, de quien podemos aprovechar el sentido del humor valorando sus observaciones como una forma de romper la rutina y enseñarle a controlar el exceso de intervenciones en clase.

El «instigador» puede ser un gran valor en clase si buscamos en él compromiso para animar trabajos en equipo o conseguir rutinas importantes.

El «cotilla«, necesita que le orientamos acerca de la importancia del respeto por las personas. En todo caso, en ocasiones pueden alertarnos de si alguien lo está pasando mal o necesita ayuda. Por otra parte, podemos ayudarle a derivar su curiosidad hacia temas más académicos, lo cual puede convertirse en un motor de entusiasmo en clase.

En cualquier caso, recordemos que hay que dar a los alumnos oportunidad de mejorar su comportamiento dándoles la oportunidad de «recular» sin anticiparnos a su forma de reaccionar y tratando de evitar etiquetas, ya que estas merman sus posibilidades de cambiar. Es importante que les orientemos para que mejoren su comportamiento, muchas veces es falta de reflexión o pocas oportunidades. Aprovechemos lo bueno, tratemos de mejorar lo que no es tan bueno.