Por Iñaki Fernández

Recuerdo que cuando nos dijeron que deberíamos irnos a casa durante dos semanas por el SARS-CoV-2, no sentí una preocupación personal sobre cómo afrontar esos días de enseñanza-aprendizaje online. Seis años siguiendo el modelo flipped y apoyando diariamente mi labor docente con tecnología me proporcionaban mucha tranquilidad. Pero cuando hablé con algunos de mis compañeros de centro y con colegas de otros centros, percibí que la mayor preocupación no era si habría que hacer las clases virtuales o no, sino cómo hacerlas.

Entiendo que las principales razones de esa preocupación serían los escasos conocimientos en algunos casos, la falta de experiencia en otros, la poca confianza en uno mismo o el reparo al verse transmitiendo su imagen y su voz al mundo virtual.

El debate sobre cómo actuar estos días es amplio y muy diverso, con decenas de opiniones, todas bien argumentadas desde sus perspectivas.

Así, ¿conviene hacer clases con los alumnos conectados en tiempo real? Mi punto de vista es que sí, pero un sí condicionado. Es decir, sí si los alumnos cuentan con los medios y si el profesor se ve con la motivación, medios y habilidades para hacerlo. Poder encontrar la normalidad tecno-académica dentro de esta situación sería un gran antídoto a los nervios que provoca. Llegar a poder sentir la clase de forma parecida a como lo hacemos presencialmente, esto es, viéndonos la cara y escuchándonos, dinamizando las intervenciones y participación de nuestros alumnos, atendiendo con especial atención a su feedback de lo que viven estos días sería lo máximo que podríamos alcanzar en esta situación de confinamiento. 

Pero eso no significa que haya que hacerlo de buenas a primeras ni por obligación (¡cuidado! con el peligroso “mis compañeros lo hacen”). Por nuestro bien y el de nuestros alumnos, hay que dar los pasos adecuados para llegar a una situación que permita seguir las clases con “normalidad”.

Se trataría de seleccionar los avances tecnológicos aplicados a la docencia, de forma que, poco a poco, fuéramos logrando llegar a un aprendizaje lo más normalizado posible de nuestros alumnos. Esto implicaría dedicar un tiempo prudencial al principio a guiar a los alumnos en el proceso de seguir una clase online, tanto en el aspecto académico como a la hora de comportarse en la sesión (ver pautas).

Antes de comentar los pasos que podrían llevarnos a ese proceso de enseñanza-aprendizaje online, aclaro que parto de la base de que la mayoría de docentes han compartido previamente con sus alumnos, en alguna ocasión, materiales, tareas, ejercicios, controles de aprendizaje… a través del correo electrónico o de plataformas de gestión del aprendizaje, como Google Classroom, Moodle, iTunes U, Teams

Pasos para normalizar clases online

Con esta situación tecnológica básica, podríamos resumir los pasos que nos llevarían a alcanzar clases online normalizadas en dos fases (que también podemos entender como escenarios).

a) Una primera en la que el profesor establece contacto con sus alumnos por voz –lanzando una videollamada, pero sin cámara hasta que se encuentre cómodo– para preguntar qué tal se encuentran, cómo están llevando la cuarentena, con qué dificultades se están encontrando… A continuación, podría pasar a resolver dudas e inquietudes más académicas. 

b) Habría una segunda fase, más compleja, porque requeriría más destrezas digitales y más tecnología: compartir nuestra pantalla para explicar procesos, problemas, conceptos… Así, podemos mostrar la resolución de un ejercicio o una presentación sobre las que señalar con el ratón alguna zona, seleccionar partes, ampliar alguna zona (pellizco en el trackpad del ordenador o en la tableta, usando la opción de zoom con ctrl en PC o cmd en Mac más las teclas +/-). Pero podríamos dar un paso más y mostrar a nuestros alumnos lo que vamos escribiendo o dibujando en una pizarra digital, mientras vamos hablando. Este proceso exige medios más sofisticados, como una tableta y un lápiz digital, además de la propia pizarra digital (Notability, Jamboard, Doceri, Liveboard, Explain Everything, Whiteboard, Openboard…).

Llegados a este punto, podemos plantearnos la siguiente pregunta: ¿debemos ser siempre nosotros los que hagamos la explicación? No, claro que no. Planteemos a nuestros alumnos que sean ellos los que compartan sus pantallas con una pizarra digital en la que explicar o resolver los ejercicios.

Por último, podríamos grabar estas sesiones para dejarlas en una carpeta repositorio a la que pudieran acceder los alumnos posteriormente. Pero si la grabación en tiempo real no nos convence, podríamos tener la clase online con ellos y, posteriormente, grabar nosotros solos (sin audiencia) la explicación y subirla a esa carpeta.

En definitiva, siempre que nuestros alumnos cuenten con los medios necesarios, deberíamos tratar de normalizar el proceso enseñanza-aprendizaje, adaptándonos al nuevo entorno que nos ha tocado vivir. Seamos proactivos, pidamos ayuda, busquemos tutoriales en internet para seguir aprendiendo a utilizar la tecnología como apoyo a nuestra labor docente. Y no olvidemos que es importante que nuestros alumnos sientan que estamos ahí para ayudarles a seguir aprendiendo y que valoramos el esfuerzo que hacen en estos complicados tiempos de confinamiento.

Iñaki Fernández

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