En el artículo que se puede leer aquí me ha llamado mucho la atención cómo se define lo que en castellano podríamos denominar Estándares Nacionales de Aprendizaje: un documento preparatorio para la vida académica y profesional. El texto en sí es claro sobre qué exigencias o habilidades digitales que se van a encontrar los estudiantes al finalizar la etapa de educación obligatoria. Sin duda, echo de menos en España una apuesta tan certera y determinante respecto a la importancia que ya está teniendo la dicha competencia entre nuestro alumnado. Es más, dichas habilidades conforman su vida diaria aunque no, en su mayoría, de un modo competencial alto.

La presencia de los dispositivos digitales en el aula debe ser regulado por la Administración educativa junto con una formación progresiva y aplicable a la práctica docente, que no olvidemos es de ida y vuelta, ya que afecta directamente a la productividad de nuestros alumnos. Estoy convencido de que entre los objetivos de un centro educativo que aspira a ofrecer una educación variada y actualizada debe incluir en sus «Estándares de Aprendizaje» (objetivos) la literalidad digital, no solo como medio para facilitar o mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje, sino también como recurso de creación de contenidos tanto por parte del profesorado como del alumnado.

Será así cuando nos acerquemos la escuela a la sociedad de la información y pasaremos de profesores «faro» a convertirnos en curadores y creadores de contenidos, por lo que nuestras aulas serán más dinámicas, diversas, motivadoras y, sobre todo, creativas. He tenido el placer de poder desarrollarlo este año en mis clases y me ha sorprendido muchísimo la capacidad que tienen los alumnos de «crear» y liderar sus proyectos teniendo en cuenta sus habilidades y condicionantes socioculturales que les afectan. Dichas metas han de ser consensuadas partiendo desde lo general (léase esto) para poder ir concretándolo en el aula. Y lo considero bastante importante porque desde ese documento sentaremos bases sólidas desde las cuales empezaremos a andar.

Monica Burns también perfila a los docentes como curadores de contenidos, debido a que los alumnos se encuentran inundados por cantidades ingentes de información que son incapaces de organizar ni de filtrar. En consecuencia, la información en exceso, la incapacidad de poder gestionarla les lleva a la infoxicación, término que designa el efecto negativo que tiene el acceso a cantidades ingentes de información y cuyo efecto es nulo para el aprendizaje. Es aquí cuando mejor se justifica el desarrollo o formación docente para filtrar dichos contenidos y, como especialistas, poder ofrecerles a nuestros alumnos una información de calidad, relevante y útil para su puesta en marcha en el aula.

La tecnología o las herramientas TIC en el ámbito educativo deben estar presentes no solo en el ámbito del profesorado, ya que las usamos para obtener información; sino también por parte del alumno y orientarles en un ecosistema variado y plural para hacerlas personales, autónomas y flexibles en su aprendizaje debido a que su interacción con los dispositivos digitales y sus apps es mucho más motivadora y enriquecedora para todos.