Aquellos que hemos implementado el modelo Flipped Classroom en nuestra docencia hemos «invertido» ya la manera que teníamos de enseñar; hoy te propongo que «le des la vuelta» a la manera en que observas lo que haces.

Hace unos días he terminado de leer un libro titulado «En un metro de bosque. Un año observando la naturaleza» El planteamiento del mismo es bien sencillo: sentarse a observar, durante un año entero, un metro cuadrado de bosque. Como dice la reseña del libro: «Un año oyendo cantar a los pájaros, viendo caer y nacer las hojas, siguiendo el trayecto de las hormigas, oyendo al fondo el ruido de la carretera o de una motosierra. En un metro de bosque está el mundo entero»

Al margen de todos los conocimientos sobre los animales, plantas y sobre la naturaleza que el autor cuenta en él, mi mayor descubrimiento tras su lectura ha sido la importancia que tiene el hecho de observar; observar lo que ocurre a nuestro alrededor y, por supuesto, dentro de nosotros mismos. Y de esto va mi artículo de hoy: de aprender el arte de observar… pero desde nuestra realidad de educadores.

 

Como punto de partida de esta reflexión te propongo que leas estas 2 definiciones:

  • MIRAR: dirigir la vista hacia algo o alguien y fijar la atención en ello.
  • OBSERVAR: mirar algo o a alguien con mucha atención y detenimiento para adquirir algún conocimiento sobre su comportamiento o sus características.

Como te habrás dado ya cuenta, quiero empezar resaltando que mirar no es lo mismo que observar; mirar, miramos en todo momento y en todas direcciones, pero observar, lo que se dice observar… ¡eso ya es otra historia!

¿Cuál es la principal diferencia que has detectado entre estas dos definiciones? Reléelas de nuevo antes de seguir leyendo.

Para mí, la principal diferencia entre estas dos acciones es que, cuando observamos, la intención es » adquirir algún conocimiento»; no solo «fijarnos».

 

Y entonces me surge esta pregunta: ¿Qué tenemos que OBSERVAR los docentes? (porque acabamos de decir que observar implica «aprender», y nosotros queremos seguir aprendiendo día a día y clase tras clase)

  1. En primer lugar, y como es obvio, tenemos que observar a nuestros alumnos. Para aprender de ellos y con ellos, pues ya no somos los «guardianes» de todo conocimiento que existe en el firmamento, perdón, en internet. Observarlos día a día para descubrir cuáles son sus ritmos de aprendizaje, sus fortalezas, sus debilidades, las inteligencias (múltiples) que más utilizan a la hora de aprender. Pero observarlos «con cariño», con ternura; pues solo así podremos ayudarles a crecer, y a que aprendan para la vida, para su Vida…
  2. Observar a nuestros compañeros de claustro. Porque todos queremos ser buenos maestros, buenos profesionales; aunque a primera vista parezca que algunos solo quieren seguir «haciendo lo de siempre». Si los observamos durante un año (como hizo el autor del libro) descubriremos cuáles son sus ilusiones, sus deseos, sus miedos a innovar, sus inquietudes, sus desasosiegos… Solo entonces podremos echarles una mano y ayudarles a descubrir que ¡esto de «enseñar de otra manera» es una pasada!
  3. Observar a las familias de nuestros alumnos. Porque todo padre y madre quieren lo mejor para su retoño; ¡pues ya tenemos un punto de partida en común con ellos! Ahora solo hace falta explicarles que nuestra «nueva» manera de enseñar a sus hijos: proyectos, ABP, flipped learning, cooperativo, etc, es eso lo que busca: que su hijo sea el autor de su propio aprendizaje, y que aprenda contenidos y, sobre todo, habilidades que le servirán para siempre, haga lo que haga en el futuro.
  4. Observar lo que hacemos en el aula: que metodologías nos hacen vibrar por dentro porque se ajustan mejor a nuestras fortalezas y así nos ayudan a sacar lo mejor de nosotros mismos y de nuestros alumnos; observar qué cosas podemos mejorar, pulir, y qué cosas ya estamos haciendo bien (que son muchas) Observar también lo que están haciendo otros docentes… y quedarnos con lo mejor, para aplicarlo en nuestro día a día.
  5. Observar de manera diferente cada una de nuestras asignaturas para descubrir lo mucho que le pueden aportar a nuestros alumnos en su mejor compresión del Mundo en el que viven para poder así, mejorarlo: enseñarles las matemáticas que hay en los ángulos, líneas rectas y líneas curvas de su casa; la gran diversidad de animales y plantas que se esconden en los parques en los que juegan o en los que se sientan a comer pipas; las leyes físicas que hacen que el hielo flote en su refresco o zumo preferido; cómo los seres humanos, en la Historia, repetimos una y otra vez los mismos aciertos y errores… y aprender de los segundos; la grandeza de expresar lo que sentimos o soñamos con la poesía, el arte, la música, la danza…

 

Y, para finalizar, creo que no debemos olvidarnos de observarnos a nosotros mismos: nuestras pasiones, lo que nos gusta o disgusta de este apasionante mundo que es la «Educación», observar todo aquello que nos hace conectar con nuestra vocación de educadores (para potenciarlo), lo que nos asusta o más nos cuesta de todo este tema de la «innovación pedagógica»; observar y darnos cuenta de los retos que la vida docente nos va planteando y no asustarnos, sino afrontarlos… con alegría, paciencia y esperanza ¡Pues somos capaces de superar estos retos y mucho más!

 

Y no te olvides que, al final, si eres capaz de aprender a observar con ojos nuevos lo que vives y haces, entonces serás también capaz de enseñar esto a tus queridos y «observadores» alumnos.