El deseo de todo ser humano en la vida es ser feliz, ahí cobra gran importancia el papel del profesor ya que tiene como misión dar sentido a la vida de los alumnos. Para poder cumplir esta gran misión tenemos que tener buenos profesores, que sean buenas personas.

Hay algo que se me ha quedado grabado a fuego en la mente desde que empecé a dar formación al profesorado sobre metodologías activas. El primer día de formación una profesora levanta la mano y me dice “Menchu, ¿y qué hacemos con los alumnos parásito?” En ese momento no daba crédito a lo que estaba escuchando, pero le devolví la pregunta ¿alumnos parásito o alumnos aburridos, desmotivados?.

Como buena pedagoga cuando pienso en un alumno pienso en una pequeña gran persona, como un diamante en bruto, que puliéndolo va a ser un precioso rubí. Parto siempre de que un buen profesor trata a sus alumnos desde la admiración, cuando hay admiración rápido se establece el vínculo afectivo, la confianza, ese espacio de libertad necesario para que se dé el aprendizaje.

 

Cuando conseguimos que los alumnos están motivados en nuestras clases se implican más en las  clases y, por tanto, en su propio proceso de aprendizaje. No podemos eludir que el mundo está cambiando de la mano de la tecnología y que nuestros alumnos son tecnológicos, por eso las clases tienen que ser más dinámicas.

El Modelo Flipped Classroom consigue esa interacción en las clases, consigue que sean autónomos en su aprendizaje, el tiempo de la clase rinde mucho más, pero lo más importante cuando aplicamos bien el Modelo Flipped es que hemos cambiado el chip, que partimos de las necesidades de los alumnos, de cómo aprenden y no de nuestras seguridades y de lo que a nosotros nos funcionó cuando nos enseñaron.

Los alumnos del s.XXI son así:

-Se mueven y experimentan

-No son receptores pasivos, son agentes activos iniciadores de cosas.

-Necesitan llegar a las respuestas por ellos mismos.

-Necesitan hacer, para llegar al saber.

-Quieren aprendizajes aplicados al mundo real.

-Son partícipes del proceso y no sólo del producto final.

-Construyen el significado de lo que aprenden.

-Se enriquecen con la tecnología multimedia.

-Son alumnos globales y colaborativos.

-Capacidad de resolver problemas.

-Visuales, musicales y kinestésicos.

Partiendo de cómo son y cómo aprenden, ¿el profesor puede seguir dando clase de la misma manera? Entonces, ¿hay alumnos parásito o profesores parásito?

Es una pregunta que voy a dejar abierta a lo largo del post, sólo quiero que reflexionemos juntos y que no proyectemos como profes nuestras inseguridades o emitamos juicios de valor sobre los alumnos, porque se produce el efecto Pigmalión, la profecía auto-cumplida tanto para bien como para mal, y podemos destrozar la vida de los alumnos con determinadas respuestas, actitudes o acciones que mostramos ante ellos en las aulas.  Cada alumno es un reto y una oportunidad para el profesor de cambiar vidas para construir una sociedad mejor.

¿Quién no quiere ser mejor? Mejor persona, mejor profesor, mejor alumno, mejor amigo, mejor padre de familia…

Vamos a dar respuesta a las preguntas fundamentales de los alumnos que no son las que hacen referencia a los conocimientos de la materia, sino a las preguntas que hacen que su vida tenga un sentido pleno, y para ello hay que escuchar mucho, hablar poco, observar mucho, estar en sus preocupaciones del día a día, tener detalles, creer en ellos, despertar su potencial, así nos saldrá sola esa actitud, ímpetu e ilusión por dar las clases en el lenguaje que entienden nuestros alumnos.

“No te estoy diciendo que será fácil, pero te estoy diciendo que valdrá la pena”.

Menchu Garralón – Colegio Alborada (Alcalá de henares)