En 1988, Isaac Asimov, uno de los más reconocidos escritores, de ciencia a ficción, del siglo XX, auguró un futuro, en el cual, la educación sufría una profunda metamorfosis. En un mundo rodeado de potentes (a la vez que asequibles) máquinas, cada persona, podría tener acceso inmediato al conocimiento acumulado por la humanidad. De esta manera, el individuo podría profundizar, en aquellos contenidos que formasen parte de sus centros de interés y que se adecuasen a sus capacidades. El aprendiz propondría y la máquina dispondría sistemas de formación individualizados, que permitiesen seguir el ritmo que cada uno quisiera.

Hoy, casi 30 años después, tenemos la tecnología suficiente, como para llevar esto a la práctica. Bases de datos con una capacidad tan inmensa, que cuesta hacerse a la idea de lo que pueden albergar en formato digital, puesto que aún estamos acostumbrados a medir de manera analógica. Hardware tan potente, que permite movilizar recursos tan pesados, que el mismísimo Alan Turing quedaría sorprendido. Software tan accesible, que a base de simples clics, puedes configurar obras digitales extraordinariamente complejas.

Asimismo, disponemos de un conocimiento profundo acerca de cómo se produce el aprendizaje. La psicología ha realizado descubrimientos fantásticos, en relación a la forma según la cual, cada persona, es capaz de captar la información del mundo exterior y de integrarla en su mundo interior. Desde Piaget y Vigotsky a Gardner (Teoría de las inteligencias múltiples) o Siemens (Conectivismo). La neurodidáctica, además, nos ha hecho ver la importancia de la dimensión emocional, a la hora de realizar dicho proceso de apropiación, del mundo que nos rodea.

Estamos, por lo tanto, en el punto con el cual soñó Asimov. Tenemos el conocimiento y los medios. De hecho, desde hace unos años, han comenzado a surgir sistemas de aprendizaje personalizado. Plataformas, que utilizan sistemas basados en una enorme recopilación de datos sobre el usuario, para configurar un proceso de enseñanza-aprendizaje, que se ajuste a sus intereses y necesidades. Tutores virtuales (no humanos), que guían el aprendizaje, analizando la producción del usuario y aportando un feedback, consecuente con dicha actividad.

Y sin embargo, según Monica Bulger (2016), no existe, prácticamente, ninguna evidencia de que estos sistemas, produzcan los beneficios que anuncian. En un excelente artículo, realiza una crítica a estas propuestas, que con el tiempo, se han ido publicitando cual ungüento crece pelo. La autora disecciona y clasifica los diferentes tipos de sistemas de aprendizaje personalizado. Desde aquellos que, simplemente, permiten hacer un seguimiento de la producción del aprendiz (tipo ClassDojo); hasta aquellos, más avanzados, que promueven un adaptative learning o un intelligence tutor, cuyas posibilidades son realmente estimables.

Ahora bien, y aquí llegamos al punto en el cual, quien accedió a la entrada, guiado por su título, se llevará una pequeña decepción. Por mucho que generemos un artefacto digital extraordinario, desde el punto de vista educativo, siempre habrá sido programado por un ser humano (Bulger, 2016). Una persona con unos intereses, unos conocimientos, unos valores… Siempre será, uno que plantea un recorrido, para que otro aprenda, mientras lo acompaña. Siempre será necesaria la presencia de alguien que ayude, que ilustre en ocasiones, que frene, que reconduzca, que invite a profundizar… alguien con quien recorrer ese camino.

Los sistemas de aprendizaje personalizado, pueden albergar casi infinitas posibilidades de adaptación y retroalimentación. Sin embargo, todo está configurado a priori. Cualquiera que ha ejercido la labor docente (tanto en la educación formal, como en otros contextos), probablemente, pueda constatar que, no existen las programaciones perfectas. Que parte de la riqueza del proceso de enseñanza-aprendizaje, consiste en los imprevistos. En la combinación de outputs esperados con otros inesperados. Y aquí, de nuevo, la figura del docente, resulta clave. Es quien analiza, permanentemente (no solo a priori) las características del alumnado. Quien construye (y reconstruye) una práctica en base a un conocimiento sobre la materia y a cómo aprenden estos, asegurando siempre, cierto grado de personalización (Brophy, 1985).

Claro que, hoy, el docente formado en competencia digital, sabe que todos estos sistemas, estas inmensas cantidades de datos, pueden ser aprovechadas. No como sustitutos, sino como apoyo, como suplemento. Y es lo que hacemos muchos que utilizamos flipped classroom y/o just in time teaching. Utilizamos los medios a nuestro alcance, para potenciar lo que, hasta ahora, la teoría pedagógica ha venido promoviendo. Medios que, en algunos casos, son vídeos, sí.

Quien, en este sentido, desde el desconocimiento, asegura sin ningún tipo de rubor, que el flipped classroom, sus vídeos, acabarán con la profesión docente (Bergmann y Sams, 2012; Hamdan et al. 2013); está cometiendo varios errores:

  • Presuponer que, los que sí lo aplicamos, pensamos que cualquier vídeo es útil, tanto respecto a su valor académico, como en la adecuación a las características del alumnado.

  • Creer que la fase de instrucción, se limita a la acción fuera del aula, sin que se realice ningún tipo de trabajo al respecto, posteriormente en clase.

  • Y, lo que es aún más flagrante, considerar que para nosotros, lo más importante del uso del flipped classroom, como estrategia que fomente el aprendizaje activo y el pensamiento crítico son, precisamente, dichos vídeos. Cuando, huelga decirlo, no es así.

El vídeo (o cualquier otro recurso, utilizado en la fase individual, antes de la sesión) es el facilitador, el disparador, el percutor. Ahora bien, lo importante, como bien sabemos, no es el gatillo, sino el arma al completo. El antes, el después…y el durante. En estas sesiones, se produce algo que, pese a que se están realizando notables avances al respecto, los sistemas de aprendizaje personalizado, no están aún preparados para, siquiera, poder simular: la interacción personal, física y sincrónica. El contacto con otros, permite cubrir las necesidades relativas a los sentimientos de relación (aprender individualmente, conservando las relaciones personales), que Deci y Ryan (2000) consideran clave, para que se dé un adecuado proceso de aprendizaje.

De modo que, no, el vídeo no va a acabar con los docentes. Son solo herramientas que nos potencian. Nosotr@s somos un elemento clave en el aprendizaje. Corred la voz, que no nos entierren tan pronto.

Bibliografía

Bergmann, J., & Sams, A. (2012). Flip your classroom: Reach every student in every class every day. International Society for Technology in Education.

Brophy, J. (1985). Teacher influences on student achievement. American Psychologist, 41, 1069-0177

Burler, M (2016). Personalized learning: the conversations we’re not having. Data & Society. 

Deci, E. L., & Ryan, R. M. (2000). The ‘what’ and ‘why’ of goal pursuits: Human needs and the self-determination of behavior. Psychological Inquiry, 11, 227-268.

Hamdan, N., McKnight, P. E., McKnight, K., & Arfstrom, K. M. (2013). A white paper based on the literature review: A review of flipped learning. Retrieved from http://www.flippedlearning.org/cms/lib07/VA01923112/Centricity/Domain/41/WhitePaper_FlippedLearning.pdf.

Moyers, B. (October 21, 1988). Isaac Asimov on his hopes for the future (Part two). A World of Ideas with Bill Moyers. Boston: Public Broadcasting System. http://billmoyers.com/content/isaac-asimov-part-two/