Si hace 100 años la escuela era el lugar a donde uno debía ir a encontrar la información, pues uno iba allá, era la única forma de encontrar «conocimiento» y el profesor el único ser que estaba para facilitarlo a los estudiantes. Si hace 100 años la tienda de la esquina era el único sitio donde comprar la comida, pues ahí se debía ir a comprar lo que comer en casa.

Resulta que han puesto unos cuantos supermercados, que podemos comprar por internet, que podemos elegir de entre muchas ofertas lo que pensamos que es mejor para nosotros en este momento. Por eso, el tendero de la esquina se lo pensó hace mucho tiempo e hizo mejoras, trajo más producto, se especializó, atrajo clientes de la forma que creyó más acertada… o cerró.

Parece que uno de los puntos a mejorar en la escuela es la evaluación, porque mientras no cambiemos la forma de evaluar a nuestros estudiantes, no sé si vamos a cambiar mucho la escuela. Y es que la oferta es distinta… no queremos cerrar, ¿no? entonces a pensar.

Punto importantísimo, llegar a todos los alumnos, cuántas veces hemos visto el chistecito que nos recuerda en gran error que hemos cometido por años… Ahí va otra vez.

Evaluar de forma distinta ofrece más posibilidades a todos los estudiantes, porque las personas funcionamos de forma distinta. Aprendemos de maneras diversas.

Volvemos a entrar en el campo de las rúbricas, que ofrecen una más completa visión de lo que un estudiante sabe de verdad. Además, le estamos presentando exactamente lo que queremos de él, que posiblemente reforzará aquellos puntos en los que se ve menos fuerte, pero no necesitará perder tiempo con lo que mejor sabe hacer. Además de las rúbricas, nos referimos a que «cuente» cada una de las actividades de clase, porque es la forma de aprender más, y que se sepa cuánto y cómo. Y es fácil que, si esas actividades de clase están bien diseñadas, logremos la tan buscada motivación intrínseca, o implicación, que es la que funciona de verdad. Y eso es trabajo, y probar, y unas veces acertar y otras rediseñar porque no funciona. Incluso hoy funciona y mañana no…

Y otra vez hablamos de magia, de preparar bien las cosas para que no se quede nada al aire, como hablábamos en la entrada En común con un buen truco de magia… pero además, desde el punto de vista de quien pretende transmitir ilusión, lo cual, posiblemente es el primer paso de la implicación, y para eso hay que empeñarse.

En primer lugar, debe haber algo interesante que decir, que transmitir. Hasta lo menos «entretenido» se puede relacionar con los intereses de quien está ahí, aunque sea de forma instrumental. Y el profesor saber darle ese enfoque, primer paso para que el alumno descubra lo que esos nuevos aprendizajes le sirven para seguir avanzando. Esta magia se puede aprender, busquemos buenos modelos.

Segundo, con ganas de cambiar las cosas, de pasar el testigo al estudiante, que se sienta parte del proceso, que tenga voz, que se equivoque y eso sirva de aprendizaje, que no se sienta avergonzado de mostrar lo que hace, cuyos errores tengan el valor de trampolín de nuevos aprendizajes. Y esto apunta a cambiar las cosas a largo plazo, a que tenga un interesante lugar en la sociedad.

En tercer lugar y conectado con el anterior, insistir en que la escuela debe salir de clase, ir a casa, ir al supermercado, a la calle, al cine o al campo. No hablamos de la excursión trimestral, sino conseguir una fusión de aprendizajes, que promueva el espíritu crítico, y ser alguien con ganas de hacer algo por mejorar las cosas en el campo que le toque.

Para terminar, facilita el pensamiento divergente, no mates la creatividad de tus estudiantes, no sea que nos quedemos con la tiendecita de la esquina nada más.