Esta semana, Javier Tourón nos explica  que «cualquier innovación educativa que se pretenda implantar en la escuela debe ofrecer evidencias de su bondad, preferiblemente evidencias cuantitativas, de cómo y qué aspectos del proceso o del producto se ven mejorados como consecuencia, razonablemente plausible, de su implantación. La enseñanza invertida, de la que vengo tratando en las últimas semanas es muy reciente, pero ya ofrece resultados bastante nítidos de sus efectos en la implicación y mejora del aprendizaje de los alumnos«. Sigue leyendo