Las implicaciones del modelo flipped van a más allá de lo que podíamos imaginar. Lejos de quedarse en el ámbito del aula, sale fuera y afecta de lleno a las consecuencias sociales de los modelos educativos. Por su propia idiosincrasia y por su propio planteamiento: invertir LA clase, invertir EN clase. El simple y maravilloso acto de invertir el orden y el lugar de las actividades de una materia supone la posibilidad de darle carpertazo a la reciente y potente polémica de los deberes o incluso acabar con la gallina de los huevos de oro de las clases particulares. Y de paso, como quien no quiere la cosa, disminuir la distancia en las posibilidades de aprendizaje entre los alumnos con recursos familiares y lo que no los tienen. En definitiva, mejorar los aprendizajes y la equidad escolar.

Últimamente, diferentes expertos como Richard Gerver, Francesco Tonucci o Miguel Ángel Santos Guerra han comentado el tema definiéndose contrarios a la opción de deberes a mansalva, utilizados para tranquilidad de la familia, del docente, del sistema, pero contrarios a las características del alumnado, sobre todo de infantil y primaria y menos de niveles superiores. También en diferentes medios (blogsartículos de prensa o especializados) se ha hecho mención a esta polémica con opiniones generalmente contrarias al abuso generalizado de los deberes. Se les achaca que no dejan descansar al alumnado más pequeño, que entre horas de clase, de actividades y de deberes apenas tienen tiempo de otra cosa. También se destaca que agranda la brecha de aprendizaje entre alumnado con ayuda familiar (personal o económica manifestada en clases particulares) y el que no la tiene y que son excesivamente mecánicos y repetitivos. Finalmente, se comenta que en muchos casos no se entienden, el alumnado se pierde, no los hace y se va quedando descolgado en su proceso de aprendizaje. Todo eso genera frustración en familias, docentes y, sobre todo, en el alumnado y se buscan soluciones fuera del aula: las clases particulares, que intentan compensar de mala manera (por descontextualizadas y, a veces, contraproducentes porque provocan la falta de atención y de trabajo en el aula porque «lo hago en mis clases particulares») las lagunas producidas en el aula y que, además, son social y educativamente injustas.

Todo esto no es más que una demostración más de que existen distintas visiones educativas y que cada vez más, ante las nuevas formas de aprendizaje, se ponen en entredicho principios inamovibles de la educación tradicional: deberes, exámenes, libros de texto y las consecuencias de este modelo como la memorización, el individualismo y la homogeneización y se les va dando más importancia a otros valores como la creatividad, la personalizacion y la colaboración.

Pues la clase invertida puede acabar con este problema: no habrá deberes porque se harán en clase y si se mandan algunos se entenderán porque ya se han trabajado en el aula. Si no hay deberes, o si los que hay se entienden, no harán falta las clases particulares. Siempre hablando, lógicamente en una escala genérica. Siempre se seguirán mandando deberes, pero no a mansalva y como única herramienta de aprendizaje fuera del aula. Y siempre harán falta clases particulares, pero no como recurso casi único ante la desesperación de unas familias que se ven desbordadas.

Y si esto puede ser así, y puede solucionar una gran parte de los problemas de docentes y alumnos en el aula, por qué no se extiende entre el mundo docente el modelo flipped. Pienso que podemos explicarlo utilizando la metáfora de que los árboles no nos dejan ver el bosque. Es decir, los docentes tenemos tantos problemas que queremos solucionarlos haciendo lo de siempre y sin entender del todo la situación. Salgamos del bosque, de la vorágine de problemas del aula y entendamos sus causas y sus posibles soluciones. Salgamos de nuestra zona de confort, que a veces es de terror, y comprobemos que es mejor cambiar que empestillarse en recetas manidas

Hay muchos y muchas, cada vez más, que lo hacemos y que lo hemos hecho. Funciona. Ánimo. Invierte tu clase. Invierte en tu clase. Tu alumnado y sus familias lo agradecerán. Y tu, como docente, cambiarás y serás más feliz en el aula.