Fue una reunión muy fructífera, la verdad. De la reunión de directores de centros de la Red de Escuelas de Espacio de Paz de la provincia de Sevilla saqué muchas ideas, algunas de las cuales he comentado recientemente, una relacionadas con recuerdos personales y otra como una reflexión sobre la cercanía de alumnado y docentes. En esta entrada quiero reflejar algunas ideas y reflexiones sacadas de una conversación con un director de otro IES con el que hacía mucho tiempo que no coincidía. La conversación derivó hacía los resultados de las evaluaciones y los motivos que el profesorado argumenta para explicarlos. Entre esos argumentos está que el alumnado no trabaja en casa y no tiene hábitos de estudio y trabajo. Y este compañero decía que si no trabajaban en casa, lo lógico sería hacer las tareas en clase y sólo «mandar deberes cuando algo está asentado y se quiere asegurar su aprendizaje, pero no para que se produzca el aprendizaje en casa haciendo deberes que, en la mayoría de los casos, no entienden y para los que, en la mayoría de lo casos también, no tienen una ayuda en casa. A no ser las insolidarias y socialmente injustas clases particulares».

Y los que me conocéis, habréis comprendido que rápidamente llevé la conversación a mi terreno y le comenté que si no conocía el aprendizaje invertido o al revés, o flipped classroom, o flipped learning. Me confesó que había oído hablar de él pero que entendía que era algo que, por su nombre y lo que había escuchado, dependía demasiado de las TIC. Al comentarle que lo que él planteaba era precisamente la clave y el motivo del aprendizaje invertido, INVERTIR EN CLASE, aprovechar al máximo el tiempo de clase para el mejor aprendizaje del alumnado, la conversación derivó a las posibilidades que esto ofrece.

Desde el planteamiento de esta conversación surgieron varios ideas, algunas planteadas a bote pronto allí mismo y otras pensadas más pausadamente por mi posteriormente.

Por ejemplo, explicar un tipo de operación o problema matemático, hacer un ejemplo en la pizarra y después practicar dos o tres ejemplos parecidos. Incluso que el alumnado se «invente» alguna operación o problema similar. Esta idea básica podemos completarla y hacerla más cooperativa, si hacemos la actividad por parejas y luego en grupo, copiando la estructura de trabajo del 1,2,4, en la que los problemas u operaciones se resuelvan en esa progresión de trabajo: individual, en pareja y en grupo.

Parecida a esta anterior sería dar un tiempo para resolver el ejercicio o la actividad y que quien lo resuelva en ese intervalo ayude a los que no lo han hecho, para comentarlo todo al final de la clase.

También podemos plantear una actividad en la que el alumnado intente explicar lo que ha explicado previamente el profesor y que el resto del alumnado lo valore aportando ideas, con lo que nos daremos cuenta de qué han entendido y qué no.

Otra posibilidad sería buscar información sobre un tema planteado previamente por el profesor y que el alumnado intente llegar a conclusiones en parejas o en grupo. Y luego, llegar a conclusiones generales.

O, también, que el alumnado cree formularios de Drive para preguntarle a sus compañeros. Hacer concursos de preguntas, de operaciones, etc.

Se trata también de hacer actividades que no sean pesadas, monótonas, repetitivas. Que sean dinámicas, motivadoras, cooperativas y variadas en una misma sesión

Y si podemos utilizar las TIC, pues más posibilidades a nuestro alcance. No son imprescindibles, son unas herramientas más. Muy útiles, que facilitan mucho las cosas y que acercan el trabajo en el aula al mundo exterior a ella. Pero herramientas al fin y al cabo

Existen muchas posibilidades. Tantas como la creatividad del alumnado y del profesorado permitan. Pero tenemos que tener claro que tenemos que mejorar mucho el aprovechamiento del tiempo de aprendizaje en el aula. Los protagonistas deben ser los aprendices y sus tareas. Si después de esto se estima oportuno afianzar aprendizajes en casa, será mucho más fácil, porque estará apoyado en una aprendizaje real. No en un aprendizaje ficticio, que como docentes suponemos que se ha producido y que cuando vemos que no, nos produce frustración y le echamos la culpa a la falta de trabajo del alumnado. También se podría argumentar que sería «perder» mucho tiempo. Y yo, entonces, me preguntaría:

  • ¿cómo se pierde más tiempo, aprendiendo o no aprendiendo?
  • ¿cómo salvo mejor las desigualdades socioeducativas, en clase o fuera de ella?
  • ¿es perder tiempo observar cómo aprenden y cómo va mejorando su aprendizaje (y el nuestro)?
  • ¿el dichoso programa son los libros de texto o el currículo oficial?

Pero, sobre todo, ¿para qué utilizamos las clases? ¿INVERTIMOS EN CLASE?

Tu tienes la respuesta.